Manzanas de Gomorra

Padre José Antonio Fortea

Breve prólogo: tratando de buscar la verdad

Los prólogos se suelen redactar después de escribir un libro. En el caso de la presente obra, estas líneas introductorias son colocadas aquí antes de haber escrito ni un sólo capítulo. Y es que, antes de empezar, deseo manifestar que quisiera hacer un libro que fuese un cierto camino hacia la verdad. No tengo la respuesta a todas las preguntas. Quizá sea suficiente plantear con toda honestidad lo complicado que este asunto.

Casi nadie me creerá en lo que acabo de decir. La mayoría pensará que tengo muy claro todo y que las líneas precedentes son la mera manifestación de una cierta falsa humildad como autor. Pero no es así, como intentaré ir desgranando en el libro con total sinceridad. El libro nace del contacto con el gran sufrimiento que he conocido en personas homosexuales. Me he asomado a varios pozos de sufrimiento, pozos humanos.

Ahora, más allá de la mitad de mi vida, creo estar en situación de poder decir algo. Aunque ese algo, a menudo, sea una sucesión de preguntas y reflexiones. Este libro escrito desde la fe cristiana, obediente a la Tradición de la Santa Iglesia, no pretende resolver todas las dudas. Al decir, ya desde el comienzo, que éste un libro escrito por un creyente y en obediencia al Magisterio de la Iglesia, muchos pensarán que no es un libro libre, que no pienso con independencia. Me gustaría ofrecer mis reflexiones a los independientes que exigen que todos los demás piensen como ellos. Cuando se escucha a algunos hombres libres, resulta evidente que para ellos no hay lugar para el disenso. Como nuestra postura es la de la libertad, se dicen, estamos legitimados para machacar y triturar al que disienta.

El libro es una reflexión acerca de la homosexualidad. Así que, a diferencia de otros libros, creo que es conveniente ofrecer aquí un esclarecimiento personal acerca de mi tendencia sexual. De lo contrario, los lectores no sólo se lo preguntarán una y otra vez a lo largo de la lectura del libro, sino que además pueden leer con prejuicios ciertos párrafos: a unos les parecerá que defiendo demasiado, a otros que ataco demasiado. Desde el prólogo, quiero dejar bien claro que siento atracción sexual por las mujeres. Sobre este punto no tengo la menor duda por pequeña que sea y nunca existió en mí adolescencia ni después un tiempo por breve que fuera en el que sobre ese tema tuviera que aclararme. Sin embargo, para comprender el sufrimiento de mis hermanos, he intentado meterme en la mente y sentimientos de personas gays que portaban la cruz doliente de su propia homosexualidad. Pero ese sufrimiento ha sido el de otros, no el mío.

Aunque este prólogo lo redacté antes de escribir el libro, ahora, ya acabada esta obra, debo añadir que este libro nació como una meditación cristiana acerca de la homosexualidad. Pero, nada más empezar, me di cuenta de que resultaba inevitable no abordar previamente la cuestión de cómo enfocar todo el tema de la sexualidad. Por eso, el libro se acabó transformando también en una reflexión acerca del Sexto Mandamiento en general; y, en el fondo, en una reflexión acerca de Dios; ¿hasta qué punto es severo Dios?

Vaya por delante que éste no es un libro sistemático acerca de la sexualidad. No es ni una exposición del Magisterio, ni un capítulo de un tratado de moral. Se supone que los lectores ya han leído otras obras que ofrecen una visión de conjunto acerca de este tema. Una vez que uno ha leído esos libros organizados y comprehensivos es cuando uno puede emprender la lectura de este libro como una reflexión ulterior. Estas páginas las concibo como una serie de pensamientos posteriores a ese fundamento.

Soy consciente de que la Real Academia de la Lengua ha declarado que el plural de gay es “gais”. Pero por una mera cuestión de estilo, prefiero que el lector lea la palabra gays al modo anglosajón y no como “gais”.


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