Obras de San Agustín Tomo XXIV
San Agustín
SERMON 184
Tema: El nacimiento del Señor. Lugar: Desconocido.
Fecha: Día de Navidad. Posterior al 411-412.
1. Un año más ha brillado para nosotros —y hemos de celebrarlo— el nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo; en él la verdad ha brotado de la tierra; el día del día ha venido a nuestro día: alegrémonos y regocijémonos en él. La fe de los cristianos conoce lo que nos ha aportado la humildad de tan gran excelsitud; de ello se mantiene alejado el corazón de los impíos, pues Dios escondió estas cosas a los sabios y prudentes y las reveló a los pequeños. Posean, por tanto, los humildes la humildad de Dios para llegar a la altura también de Dios con tan grande ayuda, cual jumento que soporta su debilidad. Aquellos sabios y prudentes, en cambio, cuando buscan lo excelso de Dios y no creen lo humilde, al pasar por alto esto y, en consecuencia, no alcanzar aquello debido a su vaciedad y ligereza, a su hinchazón y orgullo, quedaron como colgados entre el cielo y la tierra, en el espacio propio del viento. Son, ciertamente, sabios y prudentes, pero según este mundo, no según el que hizo al mundo. En efecto, si habitase en ellos la verdadera sabiduría, la que es de Dios y es Dios mismo, comprenderían que Dios pudo asumir la carne sin que él pudiese transformarse en carne; comprenderían que él asumió lo que no era permaneciendo en lo que era; que vino a nosotros como hombre sin separarse del Padre; que perseveró junto al Padre en su ser y se presentó ante nosotros en el nuestro y que su potencia reposó en un cuerpo infantil y no se sustrajo al esfuerzo humano. Quien hizo el mundo entero cuando permanecía junto al Padre, él mismo es el autor del parto de una virgen cuando vino a nosotros.
La virgen madre nos dejó una prueba de la majestad del hijo; tan virgen fue después de parirlo como antes de concebirlo; su esposo la encontró embarazada, no la dejó embarazada él; embarazada de varón, mas no por obra de varón; tanto más feliz y digna de admiración cuanto que, sin perder la integridad, se le añadió la fecundidad. Tan gran milagro prefieren aquéllos declararlo ficción y no realidad. Así, por lo que se refiere a Cristo, hombre y Dios, como no pueden creer lo humano, lo desprecian, y como no pueden despreciar lo divino, no lo creen. Para nosotros, en cambio, el cuerpo humano que tomó la humildad de Dios ha de sernos cosa tan grata como para ellos es abyecta, y el parto virginal en el nacimiento humano, cosa tanto más divina cuanto más imposible es para ellos.

Más de este autor/tema

Oraciones de San Agustín

De las costumbres de la Iglesia Católica

La Ciudad de Dios

Sobre la música

Manual de la Fe, la Esperanza y La Caridad

San Agustín

El amor lo vence todo

De las Costumbres de la Iglesia Católica y de las Costumbres de los Maniqueos

La inmortalidad del alma

El combate cristiano

Tratado I sobre el Evangelio de San Juan

La santa virginidad

Actas De Proceso Contra Pelagio de San Agustín

El único bautismo

Ejercicios Espirituales con san Agustín

Ángeles y demonios

La abolición del hombre

Se hace tarde y anochece

Caminando por Roma

Un tesoro llamado “El Mensaje de la Divina Misericordia”

Las quince oraciones de Santa Brígida de Suecia

El Rosario de María

La eugenesia y otras desgracias

Carta Encíclica Veritatis Splendor

Catecismo para niños

Libro sobre El Amor de Dios

Acompañemos a Jesús, Viacrucis para niños

Los caminos del corazón

Lecciones de vida

Los signos de los tiempos

Mientras no tengamos rostro

El padre Pío y la oración de quietud

Echad las redes, Ciclo B

Almas sedientas

Leonardo Castellani (Varios libros PDF)

Acompáñame en la vida y en la muerte

Recopilación de mensajes a las mujeres

Carta Encíclica Populorum progressio

La Música en el Culto Católico

Haciendo Camino

El Tesoro escondido de la Santa Misa

¡Ay de aquél por quien viniere el escándalo!

Comienzo vida publica de Jesús hasta la primera pascua Tomo III

Introducción a la vida de oración

Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!