El matrimonio en Cristo
José María Iraburu
Lo primero, informarse bien
Reconocedlo con sinceridad: estáis ocupados en un montón de cosas y distraídos por mil más, tenéis un buen número de defectos personales, y muchas veces en forma inconsciente os véis afectados por modas del mundo, por maneras de pensar y por costumbres que, con frecuencia, ni son verdaderas ni son buenas. Si no os proponéis seriamente un esfuerzo de pensamiento y de conversión personales ¿cómo váis a arreglaros para vivir vuestro matrimonio en toda su grandeza, sin desfigurarlo ni profanarlo? ¿Cómo realizaréis su misterio de gracia con toda inteligencia y libertad, cumpliendo el plan de Dios, y siendo así felices en esta vida y en la otra?
Está claro que lo primero que tenéis que hacer es conocer bien lo que Dios quiere hacer en vuestro matrimonio. En tema tan formidable, no habéis nacido ya aprendidos, ni tampoco los ejemplos que habéis recibido de vuestros familiares y amigos sobre el matrimonio constituyen norrmalmente una lección magistral, exenta de todo error o defecto. Por eso, malamente podréis colaborar con Dios, por buena voluntad que tengáis, si no comenzáis por sabier bien qué es lo que Él quiere hacer en vosotros, con vosotros y a través de vosotros.
Cuando compráis un ordenador o cualquier otra máquina compleja, lo primero que hacéis es informaros bien acerca del aparato. Queréis saber cómo es, cómo funciona, para qué sirve y para qué no, qué cuidados requiere para su mantenimiento. Y es que, si no, fácilmente estropearíais la máquina, y no le sacaríais ni de lejos todo su rendimiento posible. Todo esto es cierto y de sentido común. Ahora bien, el estudio de un aparato de estos puede llevaros muchas horas y muchos días. Y a veces incluso no os bastará con el manual de instrucciones, y necesitaréis las explicaciones bien concretas de un experto. Finalmente, el ejercicio práctico perfeccionará vuestro conocimiento teórico.
Pues bien, ¿sabréis los novios y esposos vivir el matrimonio de un modo digno y hermoso si no os tomáis siquiera la molestia de enteraros acerca de su ser, de sus fines, de sus íntimas funciones y posibilidades? ¿Os va a bastar con el instinto? ¿Pensáis que es un tema de cultura general o que quizá con lo visto en vuestros padres o en otras parejas, o con lo mostrado por la televisión o las revistas, ya con eso sabéis del matrimonio todo lo que necesitáis saber?…
Preparación para el matrimonio
Vuestro matrimonio ha de ser una obra de arte, no una chapuza. Necesitáis para eso, en primer lugar, un aprendizaje moral, por el ejercicio de las virtudes. Hay verbos fundamentales que novios y esposos tenéis que llegar a conjugar con toda facilidad y perfección: amar, dar, perdonar, servir, orar, trabajar, ordenar bien la vida, guardar la castidad, sin permitir que los cuerpos dominen sobre las almas. Y para eso -y en cierto modo antes, incluso- necesitáis también un aprendizaje doctrinal.
Si el párroco exige a los novios una preparación específica para el matrimonio, no es una manía suya. Es algo que viene tan exigido por la verdad de las cosas, que la Iglesia lo manda con todo empeño (Código de Derecho Canónico c. 1063). La Iglesia, en efecto, antes de ordenar un sacerdote, da -y exige- al candidato varios años de preparación en el Seminario. Y de modo semejante, la Iglesia, antes de administrar el sacramento del matrimonio, da -y exige- a los fieles una catequesis específica, que los prepare bien a vivirlo. ¿No muestra esto la muy alta estima que la Iglesia tiene por el matrimonio y la familia?

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