¡Levantaos! ¡Vamos!
San Juan Pablo II
INTRODUCCIÓN
Cuando se publicó el libro Don y misterio con recuerdos y reflexiones sobre los orígenes de mi sacerdocio, me llegaron numerosas muestras sobre todo por parte de jóvenes lectores de la calurosa acogida que había tenido. Según lo que me han contado, este complemento personal de la exhortación apostólica pastores dabo vobis fue para muchos una ayuda preciosa para el propio discernimiento vocacional. Fue para mí una alegría muy grande. Espero que Cristo continúe sirviéndose de estas memorias para alentar a otros jóvenes a escuchar su llamada: Venid conmigo y os haré pescadores de hombres (Mc 1, 17).
Con ocasión del 45. ° aniversario de mi consagración episcopal y del 25. ° de mi pontificado, se me rogó que escribiera también la continuación de aquellas memorias, desde 1958, año en que fui nombrado obispo. He pensado que debía aceptar esta petición, así como había aceptado la sugerencia que dio lugar al libro anterior. Había además otro motivo para decidirme a recoger y ordenar recuerdos y reflexiones sobre esta parte de mi vida: la maduración progresiva de un documento dedicado al ministerio episcopal, la exhortación apostólica pastores gregis, en la que expuse en síntesis las ideas surgidas en la X Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos, durante el Gran Jubileo del año 2000. Al escuchar las intervenciones en el aula y mientras leía después el texto de las propuestas que me presentaron, se despertaban en mí muchos recuerdos, tanto de aquellos años en que estuve encargado de servir a la Iglesia en Cracovia como de los transcurridos en Roma, llenos de nuevas experiencias como sucesor de Pedro.
He puesto por escrito estos pensamientos con el deseo de hacer partícipes a otros del testimonio del amor de Cristo, que a través de los siglos llama siempre a nuevos sucesores de los Apóstoles para derramar su gracia en el corazón de otros hermanos, aunque sea mediante frágiles vasijas de barro. Me han acompañado siempre las palabras que Pablo escribió al joven obispo Timoteo: É1 nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque antes de la creación, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo (2 Tm 1, 9).
Ofrezco este escrito como muestra de amor a mis hermanos en el episcopado y a todo el Pueblo de Dios. Espero que sirva a cuantos desean conocer la grandeza del ministerio episcopal, las dificultades que conlleva, pero también la alegría que comporta desempeñarlo cotidianamente. Invito a todos a entonar conmigo un Te Deum de alabanza y de acción de gracias. Con la mirada fija en Cristo, sostenidos por la esperanza que no defrauda, caminemos juntos por los caminos del nuevo milenio: ¡Levantaos! ¡Vamos!(Mc 14, 42).

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