Simone Weil: El Espíritu sopla donde quiere
Carlos Alfredo Baliña
Proemio galeato
Como diría San Jerónimo, es necesario un prólogo con casco para justificar la presencia en este simposio de pensadores cristianos, junto a tantos y tan calificados personajes, de una autora no fácilmente homologable en los estándares de la teología católica clásica y, digámoslo de una vez, eclesialmente incorrecta. ¿Puede ubicarse en compañía de tan selecto grupo a una francesa de origen hebreo, de extrema izquierda, educada en la mejor escuela del agnosticismo racionalista francés? ¿Merece un lugar entre los pensadores cristianos una militante anarco-sindicalista, huésped de León Trotzky, que apenas iniciada la guerra civil española intervino en la contienda, precisamente en el bando rojo anticristiano? Finalmente, ¿puede una persona que se negó sistemáticamente a recibir el bautismo ser contada entre aquellos que integran el rebaño de Jesucristo? Parecería, en definitiva, que dado lo arduo de la empresa, ésta debiera ser más bien una conferencia galeata. Y sin embargo, este personaje al cual vamos a referirnos, mereció de Leonardo Castellani el siguiente juicio:
Tengo dos ideas desacostumbradas acerca de la santidad: una, que la de hoy día es diferente de la de otros tiempos; dos, que los santos de hoy no parecen santos -muchos dellos almenos. Y estoy por tornar la proposición: que además, los que parecen santos hoy día, no lo son.
Esto parece responder a mi experiencia. He topado en mi vida con «santos notorios» (el jesuita español X, el salesiano Y) y no les he dado mi voto ni confirmado el diploma; por otro lado, me parece que el luterano Suero Kirkegor (así habría que decir en español al filósofo Soeren Kierkegaard) y la judía Simona Weil fueron santos modernos; y los dos parecen dementes y herejes; tenidos de muchos por tales.
Además, en una entrada de sus diarios personales, Castellani llama a nuestra autora “una mística en estado salvaje”.
Por lo tanto, con semejante espaldarazo, o yelmo, parece entonces razonable, o por lo menos no descabellado, incluir a este paradojal personaje en estas conferencias.
Mas, una vez aceptada, Simone Weil presenta otro problema cual es el de qué aspecto de su compleja, asistemática y despareja obra tratar. Pensemos que, por lo menos desde un punto de vista exclusivamente material, estamos en presencia de una prolífica escritora: la edición Gallimard de sus obras completas, en curso de publicación, comprenderá quince volúmenes. Si pensamos que estamos en presencia de una autora que falleció a los 34 años, tomamos inmediata conciencia de lo extraordinario de su producción. Pero lo más asombroso de todo no es tanto lo cuantitativo sino lo cualitativo de su obra, pues podríamos decir que Simone Weil escribió de omni re scibili; sus ensayos tratan de política, economía, historia, literatura, religiones comparadas, matemáticas, física, filosofía, teología y mística, nada más y nada menos, además de escribir poesía y obras de teatro. Y todo, como no sería ya de extrañar, dado lo singular del personaje que va apareciendo delante de nuestros ojos, todo escrito del modo menos sistemático que se pueda imaginar.
Creo también importante comentar que hay en este momento un auge extraordinario de la obra de nuestra pensadora. Año tras año se suceden, en todos los idiomas de la cultura, ediciones de sus obras. Como triste signo de la decadencia de nuestra patria, digamos de paso que la Argentina fue tal vez el primer país de habla hispana en traducir obras de Simone Weil, hace casi sesenta años. Como es obvio, la producción de estudios, ensayos y escritos acerca de la pensadora francesa es, en consecuencia abundantísima, con la particularidad de que la autora es disputada (y apropiada) tanto por escritores creyentes y confesionales como por no creyentes, agnósticos e izquierdistas de toda laya y pelaje.
Visto todo esto, y dado que posiblemente, Simone Weil es una perfecta desconocida para la mayor parte de los asistentes a este simposio, hemos decidido simplemente realizar una presentación biográfica de la filósofa francesa, bajo una formalidad –dicho a la moderna– ideológica o mejor, espiritual; o sea, en términos clásicos, una especie de itinerarium mentis in Deum.

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