El Libro del Sacristán
UN MINISTERIO IMPORTANTE
“Ministerio” es una palabra latina que significa “servicio”. Y en las celebraciones cristianas hay muchos servicios, muchos ministerios a realizar. Algunos son especialmente decisivos, como signos sacramentales de la presencia de Jesús: el ministerio episcopal, o sacerdotal, o diaconal. Otros tienen también un carácter más público, como el ministerio de lector o de acólito oficialmente instituidos. Y otros, finalmente, se realizan sin ninguna institución pública, pero no por ello dejan de ser importantes y necesarios para la comunidad.
Entre estos últimos están por ejemplo los lectores de la mayoría de nuestras celebraciones. O los monaguillos. O el monitor. O los responsables del canto: el que los dirige, el que toca el órgano u otro instrumento, el coro… O los – casi siempre “las”, más que “los” – que se encargan de mantener la iglesia limpia y arreglada. O los que pasan la bandeja, en los lugares en los que es costumbre. O los que preparan un recordatorio de una fiesta importante.
Todos estos ministerios, todos estos servicio, posibilitan que nuestras celebraciones funcionen, tengas vida, ayuden a la vivencia cristiana de los que participan de ellas. Todos estos ministerios, de muy distintas formas, hacen posible que la comunidad cristiana pueda reunirse convocada por Jesucristo y pueda vivir conjuntamente la presencia del Espíritu que la guía. Todos estos ministerios continúan, en definitiva, el ministerio de Jesucristo en medio de la comunidad cristiana.
Esta reflexión quiere ayudar a vivir y realizar mejor uno de estos ministerios: el de Sacristán o sacristana. En sus múltiples variantes: cuando se trata de una sola persona o más de una, cuando lo realizan personas voluntarias o cuando se trata de alguien remunerado. En cualquier caso, lo que diremos, vale para todos los que de un modo u otro realicen esta labor.
No es esta una tarea sencilla, ni una tarea sin importancia. Quizá no luzca tanto como otras, pero sin ella sería imposible que nuestras celebración pudiesen llevarse a cabo. Y además, según como se realice, las celebraciones podrán ser más significativas o menos, mejor participadas o menos, más agradable o menos. Que las megafonía está correctamente encendida, que los libros estén a punto, que en la sacristía resulte fácil encontrar las cosas, que la iglesia dé la sensación de limpieza y orden, que en el altar haya flores cuando debe haberlas y no las haya cuando no deba, que la calefacción funcione cuando sea necesario, que a mitad de un bautizo no haya que ir a la sacristía a por los santos óleos. Todo esto, aunque parezcan cosas secundarias, de hecho son fundamentales para que la comunidad pueda celebrar la fe como es debido y pueda sacar el máximo provecho de las celebraciones.

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