La Santa Misa Testimonio de Catalina Rivas
Catalina Rivas
TESTIMONIO DE CATALINA SOBRE LA SANTA MISA
En la maravillosa catequesis con la que el Señor y la Virgen María nos han ido instruyendo -en primer lugar enseñándonos la forma de rezar el Sto. Rosario, de orar con el corazón, de meditar y disfrutar de los momentos de encuentro con Dios y con nuestra Madre bendita; la manera de confesarse bien- está la del conocimiento de lo que sucede en la Santa Misa y la forma de vivirla con el corazón.
Este es el testimonio que debo y quiero dar al mundo entero, para mayor Gloria de Dios y para la salvación de todo aquel que quiera abrir su corazón al Señor. Para que muchas almas consagradas a Dios, reaviven el fuego del amor a Cristo, unas que son dueñas de las manos que tienen el poder de traerlo a la tierra para que sea nuestro alimento, las otras, para que pierdan la “costumbre rutinaria” de recibirlo y revivan el asombro del encuentro cotidiano con el amor. Para que mis hermanos y hermanas laicos del mundo entero vivan el mayor de los Milagros con el corazón: la celebración de la Santa Eucaristía.
Era la vigilia del día de la Anunciación y los componentes del grupo nuestro habíamos ido a confesarnos. Algunas de las señoras del grupo de oración no alcanzaron a hacerlo y dejaron su confesión para el día siguiente antes de la Santa Misa.
Cuando llegué al día siguiente a la Iglesia un poco atrasada, el señor Arzobispo y los sacerdotes ya estaban saliendo al presbiterio. Dijo la Virgen con aquella voz tan suave y femenina que a una le endulza el alma.
“Hoy es un día de aprendizaje para ti y quiero que prestes mucha atención, porque de lo que seas testigo hoy, todo lo que vivas en este día, tendrás que participarlo a la humanidad”. Me quedé sobrecogida sin entender pero procurando estar muy atenta.
Lo primero que percibí es que había un coro de voces muy hermosas que cantaban como si estuviesen lejos, a momentos se acercaba y luego se alejaba la música como con el sonido del viento.
El señor Arzobispo empezó la Santa Misa, y al llegar a la Oración Penitencial, dijo la Santísima Virgen:

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