La fe que vence al mundo
Raniero Cantalamessa
Preámbulo
Este libro reúne las meditaciones propuestas a la Casa Pontificia, en presencia del papa Benedicto XVI, en el adviento de 2005 y en la cuaresma de 2006. El tema común es la fe en Cristo hoy, visto desde dos ópticas diferentes. La primera parte, ciclo del adviento, está más orientada al anuncio de Cristo; la segunda, ciclo cuaresmal, a la imitación de Cristo sobre todo aquel de la pasión.
Según el Nuevo Testamento la fe ¡que salva! y ¡que vence al mundo! no es una fe genérica en un Dios creador o en una vida del más allá, sino la fe en Jesucristo Hijo de Dios y en su misterio pascual. A la luz de las afirmaciones de Pablo y de Juan, y de la experiencia de la Iglesia apostólica, se reflexiona sobre los desafíos que la fe en Cristo encuentra en la cultura moderna y sobre el modo de responder a la misma.
Tales retos, según estas circunstancias, son más semejantes a aquellos que enfrentó la Iglesia en sus inicios que a los de los siglos posteriores. Esto significa que para reevangelizar al mundo postcristiano debemos tomar como modelo el método que siguieron los evangelizadores del mundo precristiano.
Sin embargo, ningún anuncio será eficaz si Cristo no vive en el corazón de quien lo proclama, de la misma manera que una enfermedad no se propaga por hablar de ella, sino por la presencia de uno que está infectado. A este propósito responde la segunda serie ¡la participación en sus sufrimientos! (Flp 3, 10).
Se ha escrito que los Evangelios son “recuentos de la pasión precedidos de una larga introducción” (M. Káhler). Pero, desafortunadamente, la parte más importante de los Evangelios es también la menos leída. Los relatos de la pasión son proclamados en la liturgia una sola vez al año, en semana santa, cuando además, no existe la posibilidad de comentarlos a causa de la duración de los ritos. Muchos cristianos llegan al final de su vida sin haber sido jamás “expuestos” a los rayos benéficos y a la energía salvífica de los relatos de la pasión de Cristo. Esto es lo que se pretende en estas meditaciones, retomando la invitación de la Primera Carta de Pedro: “Cristo sufrió por ustedes, dejándoles un modelo para que sigan sus huellas” (7P2, 21).
Según el antiguo y venerado Canon Romano, las primeras palabras que el sacerdote pronuncia en la misa inmediatamente después de la consagración son: “Al celebrar este memorial de la muerte gloriosa…” A este “memorial” objetivo que se da en la celebración litúrgica, debe unirse constantemente el recuerdo subjetivo, de parte del creyente, al hacer memoria con emoción, de la pasión que lo ha salvado. A esto el Apóstol nos exhorta con las palabras dirigidas al discípulo Timoteo: “Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos” (27m 2, 8)

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