Ecología Eucarística
Ángel María Rojas, S.J.
INTRODUCCION
Allá por los años sesenta oí una frase que me llamó fuertemente la atención: “A la Eucaristía se le da cada vez menos importancia”. Desde entonces me he preguntado: ¿Podría ser verdad algo tan grave? Tengamos siempre presente que la Eucaristía no es algo accidental, sino “Fuente, corazón y culmen de la vida cristiana” (Juan Pablo II: 11-08-85; 25-05-96).
La celebración de la Eucaristía tiene una larga historia propia. Comienza el Jueves Santo, en el Cenáculo y se prolonga con la Historia de la Iglesia. A lo largo de esta historia, algunos elementos secundarios han sufrido ciertos cambios (Cf. DC 8), si bien ha permanecido inmutada la esencia del Mysterium, instituido por Jesús en la última Cena.
Con motivo del Concilio Vaticano II se introdujeron algunas modificaciones. Concretamente en 1969 Pablo VI, con la Constitución Apostólica “Missale Romanum”, cambió algunas ceremonias de la Misa.
Posteriormente la Iglesia no ha hecho modificaciones especiales en la Liturgia eucarística. No solamente no se ha modificado la Liturgia, sino que el Papa y los Dicasterios de la Santa Sede repetidamente han pedido fidelidad y respeto en el trato dado a la Eucaristía. Recordemos la Carta «Dominicae Cenae» de Juan Pablo II (24-02-80); la Encíclica «Ecclesia de Eucharistia» (17-04-03), la Instrucción «Redemptionis Sacramentum» (25-04-04).
Lineamenta para el Sínodo XI de Obispos en octubre de 2005 (25-02-04): “En la encíclica Ecclesia de Eucharistia, el Papa Juan Pablo II, después de haber señalado entre las luces, principalmente la participación de los fieles en la liturgia, “con profundo dolor” indica también las sombras: en algunos lugares el descrédito del culto de adoración eucarística y los abusos “que contribuyen a oscurecer la recta fe y la doctrina católica sobre este admirable Sacramento”.1 (25).
Sda. Congr. para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos: “No se puede callar ante los abusos, incluso gravísimos, contra la naturaleza de la Liturgia y de los sacramentos, también contra la tradición y autoridad de la Iglesia, que en nuestros tiempos, no raramente, dañan las celebraciones litúrgicas en diversos ámbitos eclesiales. En algunos lugares, los abusos litúrgicos se han convertido en costumbre, lo cual no se puede admitir y debe terminarse”. Instrucción “Redemptionis Sacramentum”; 25-04-04 (4).
Sin embargo, en la práctica, en estos últimos treinta años se han introducido, al margen o en contra de la voluntad de la Iglesia, más cambios que antes en muchos siglos. Pero lo llamativo es que todos van en una misma línea desacralizadora. Quisiera indicar algunos. Sólo algunos, de entre los muchos que se dan, y no ocasional o puntualmente, sino de forma habitual.

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