Un llamamiento al amor
Sor Josefa Menéndez
PREÁMBULO
LOS llamamientos de amor y misericordia que encierran estas páginas, se confiaron a una humilde hermanita coadjutora de las religiosas del Sagrado Corazón, fallecida el 29 de Diciembre de 1923, a los treinta y tres años.
Han sido conservados como un tesoro por la familia religiosa que los recibió, hasta ahora, que parece ser el momento indicado de darlos a conocer al mundo, tan sediento de paz, para atraerlo suavemente al único y verdadero manantial de confianza y seguridad.
«Yo seguiré hablando y tu transmitirás mis palabras»,decía el Corazón de Jesús a su confidente. «No pido nada nuevo sin duda… pero, ¿no necesitan reanimar la fe, el amor, la confidencia? Ayúdame en esta obra de amor».
El mismo Señor definía así su obra: «Las palabras y deseos que doy a conocer por tu medio, excitarán el celo de muchas almas e impedirán la pérdida de un gran número; y comprenderán cada vez más, que la misericordia y el amor de mi corazón son inagotables».
Durante mucho tiempo, quiso el señor mantener oculto el instrumento que se había escogido y le dijo un día: «Tu eres el eco de mi voz; pero si Yo no hablo ¿que eres, Josefa?»
Cincuenta años ha transcurrido en silencio desde la muerte de la humilde religiosa. Pero los favores debidos a su intercesión, al ponerse en evidencia el auténtico valor de su MENSAJE, han movido a la autoridad eclesiástica a darlo a conocer a las almas. ¡Ojala sean muchas las que logren conocer por su medio al Corazón abrasado de amor que hoy se ofrece, una vez más, a las ansias del mundo!.
Josefa Menéndez nació en Madrid el 4 de Febrero de 1890, en un hogar modesto pero muy cristiano, bien pronto visitado por el dolor. La muerte del padre, dejó a la jovencita como único apoyo de su madre y de dos hermanas, a las que sostenía con su trabajo. Josefa hábil costurera, conoció las privaciones y preocupaciones, el trabajo asiduo y las vigilias prolongadas de la vida obrera, pero su alma enérgica y bien templada vivía ya del amor del Corazón de Jesús, que le atraía a sí irresistiblemente. Durante mucho tiempo deseó la vida religiosa, sin que le fuese dado romper los lazos que la unían al mundo; su trabajo era necesario a los suyos y su corazón, tan amante y tan tierno, no se resolvía a separarse de su madre, que a su vez creía no poder vivir sin el cariño y el apoyo de su hija mayor. Un día sin embargo, el divino llamamiento se hizo irresistible, exigiendo los mayores sacrificios.
El 5 de Febrero de 1920, Josefa dejaba a su hermana a su hermana ya en edad al cuidado de su madre y abandonaba su casa y su Patria querida, para seguir más allá de la frontera a Aquél cuyo amor divino y soberano tiene derecho a pedírselo todo.

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