Tratado de la oración y meditación
San Pedro de Alcántara
PRÓLOGO
Tratado de la oración y meditación compuesto por el padre Fray Pedro de Alcántara, fraile menor de la Orden del Bienaventurado San Francisco, dirigido al muy magnífico y muy devoto señor Rodrigo de Chaves vecino de Ciudad Rodrigo.
Muy magnífico y muy devoto señor:
Nunca yo me moviera a recopilar este breve tratado, ni a consentir que se imprimiese, si no fuese por las muchas veces que vuestra merced me mandó que escribiese alguna cosa de oración, breve y compendiosa, y con claridad, cuyo provecho fuese más común; pues siendo de pequeño volumen y precio, aprovecharía a los pobres, que no tienen tanta posibilidad para libros más costosos, y escribiéndose con más claridad, aprovechara a los simples, que no tienen tanto caudal de entendimiento. Y pareciéndome, que no es de menor mérito obedecer en este caso a quien pide cosa tan piadosa y santa, que el fruto que se pueda sacar de ella, quise poner en ejercicio tan santo mandamiento, bien certificado, que para mí no puede este pequeño trabajo dejar de ser de provecho, si la mucha afición y voluntad que tengo al servicio de V. M. y de la señora Doña Francisca vuestra compañera, no menos ligada con vuestra merced con el vínculo de la caridad y amor en Jesucristo nuestro.
Bien, que con el del matrimonio, no me lleva alguna parte del merecimiento. Aunque sí es verdad (como lo es) que todo el bien que hacen nuestros hermanos, de que nos gozamos los cristianos, resulta en mérito particular del que se huelga, bien podré yo decir Quod particeps sum devotionis vestrae, y de todas vuestras buenas obras, pues como hijos muy queridos en el Señor (que así quiero llamar a vuestras mercedes), pues me tenéis por Padre, nunca ha faltado la pobreza de mi doctrina e industria de ayudar a la riqueza de vuestros santos propósitos y altos pensamientos. Y habiendo leído muchos libros acerca de esta materia, de ellos en breve he sacado y recopilado lo que mejor y más provechoso me ha parecido. Plegue al Señor que así aproveche a todos los que le buscan, pues no es para los demás, y que consiga vuestra merced el interés espiritual de su buen deseo, y yo el de su buena voluntad; toda a honra y gloria de Jesucristo nuestro Bien, cuyo es todo lo que es bueno.

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