Santa Gema Galgani Amor Total
Padre Ángel Peña Benito
INTRODUCCIÓN
La vida de santa Gema Galgani puede resumirse diciendo que fue una vida de amor total a Cristo. Amor sin condiciones y hasta el fin. Un amor que la hizo esposa de sangre de Jesús, asemejándose a Él en todos los sufrimientos de su Pasión. Fue una esposa que supo abandonarse sin limitaciones en las manos de su divino esposo y aceptar su voluntad hasta en los más mínimos detalles.
Por supuesto que ella, como todos los santos, no nació santa; pero, en su corta vida de 25 años, fue ascendiendo paso a paso hasta las más altas cumbres de la mística, con éxtasis continuos, visiones de Jesús y de María, de san Gabriel de la Dolorosa y, especialmente, de su ángel custodio. Su ángel era para ella el amigo que siempre la acompañaba, ayudándole en todo.
Leer su vida es respirar aire puro de las alturas de la divinidad. Ella nos enseña con su vida que el dolor no es absurdo, sino que es el camino más corto hacia la santidad, cuando se sabe aceptar con amor.
Les deseo a todos los lectores mucha fe para aceptar su propia cruz con amor y convertir su dolor en un tesoro divino que les sirva para la vida eterna.
INFANCIA
Los padres de Gema fueron Enrique Galgani y Aurelia Landi, que se unieron en legítimo matrimonio en 1868. Ambos vivían en las cercanías de Luca, en Borgonovo, parroquia de Camigliano, donde nació Gema el 12 de marzo de 1878. Era la quinta de ocho hermanos.
A Gema la bautizaron al día siguiente de su nacimiento en la iglesia parroquial de Camigliano y le pusieron por nombre Gema María Humberta Pía. Al mes de su nacimiento, sus padres se trasladaron a Luca, con el fin de ampliar la farmacia y así garantizar una mejor educación a sus hijos. Eran profundamente religiosos y educaron a sus hijos con el ejemplo en la vida cristiana. La mamá quería que sus hijos fuesen como ella. Los llevaba a la iglesia en la que, a veces, oían dos misas, a pesar de que eran muy pequeños. Mañana y tarde enseñaba a sus hijos las oraciones y a los mayores les hacía tener algo de meditación .
Gema, de modo especial, aprendió de su madre los primeros fundamentos de la doctrina cristiana, pues ella misma le enseñaba a rezar y le hablaba de las principales verdades de nuestra fe desde la más tierna infancia.
Cuando Gema iba a cumplir tres años, fue enviada con su hermano Gino al internado de las hermanas Vallini. Una de ellas dice en el Proceso: La niña mostró un precoz uso de la razón y una inteligencia impropia de sus años, ya que pudimos enseñarle enseguida las oraciones, que duraban unos veinticinco minutos, sin que se aburriera jamás. A los cinco años leía el breviario como lo puede leer una persona adulta, sabiendo que todas eran oraciones al Señor. Era asidua al trabajo y aprendía todo lo que se le enseñaba, aunque superaba su capacidad y edad. Por todas estas cualidades era apreciada por todos sus condiscípulos y especialmente por las niñas. En todo el tiempo que tuve la suerte de tenerla entre nosotros nunca tuve necesidad de castigarla, ya que bastaba una pequeña corrección de los defectos inherentes a tan tierna edad.
En su familia también se dieron cuenta de esta predisposición hacia las cosas de Dios. Un día la sorprendieron de rodillas con las manos juntas delante de un cuadro que representaba al Corazón de María y, mientras oraba recogida, mirando a la imagen…, su tía le dijo: “Gema, ¿qué haces? ” Y respondió: “Estoy diciendo el avemaría. Vete, vete que estoy rezando”.
Cuando Gema tenía siete años de edad, su madre estaba gravemente enferma de tuberculosis. Recuerda: Mi mamá acostumbraba a cogerme muy a menudo en brazos y, llorando, me repetía: “He pedido mucho para que Jesús me diese una niña; me ha consolado, es verdad, pero bastante tarde. Yo estoy enferma y pronto moriré y te tendré que dejar. ¡Si pudiera llevarte conmigo!, ¿vendrías?” Yo apenas si me daba cuenta de nada y lloraba, porque veía llorar a mi mamá. “¿A dónde iríamos? ”, le preguntaba. “Al paraíso con Jesús y con los ángeles ”. Fue mi mamá la que comenzó a hacerme desear el paraíso desde niña .

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