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LOURDES, relato auténtico de las apariciones

René Laurentin

PRÓLOGO

Carta de monseñor Théas, obispo de Tarbes-Lourdes, a René Laurentin

Querido profesor.

Cuando le pedí, en 1954, que estudiara los hechos de Lourdes, no imaginaba las proporciones de la obra en la cual esta solicitud lo empeñaría.

Usted ha llevado a cabo una caza del documento sin precedentes. Ha sido el primero en escudriñar en la totalidad de los archivos, a despecho de los antagonismos que les habían impedido hacerlo a sus predecesores. Usted ha sacado a la luz muchos documentos desconocidos e insospechados.

Ha realizado así la monumental edición de los seis volúmenes de Documents authentiques que su colaborador, dom Bernard Billet, ha personalmente prolongado con un séptimo volumen redactado con el mismo método, el mismo rigor, y muy oportuno con ocasión del centenario de la entrada de Bernadette en la vida religiosa.

Sobre la base de todos los documentos ha comprobado, día a día y a menudo minuto a minuto, qué ocurrió en el curso de las dieciocho apariciones de Lourdes.

Este trabajo ha sido para usted un largo túnel. Durante años se ha preguntado si esta reconstrucción era posible, dada la confusión que, desde el comienzo, había hecho trasladar, de una aparición a otra, muchos de los hechos que allí se encontraban inextricablemente mezclados. Sin duda, en sus líneas esenciales la historia de Lourdes ya había sido establecida, pero ahora puedo sopesar cuánto enriquecen nuestro conocimiento de las apariciones la precisión y la exactitud cronológica a las que usted ha llegado.

Rindo homenaje al rigor de su trabajo, que he apreciado paso a paso y del que me ha sometido con confianza las etapas más delicadas. Su más grande mérito ha sido superar con igual objetividad y serenidad las penosas controversias que habían opuesto a los historiadores de Lourdes y, en gran medida, a sus herederos. A fuerza de exactitud y método ha sabido elevarse por encima de las pasiones y las presiones.

No olvido tampoco que su rigor ha desarmado, desde 1958, a algunos enemigos de Lourdes que se preparaban para aprovechar ciertos silencios de la historia. Nosotros entonces ignorábamos lo que se tramaba en la sombra. No creía estar tan acertado al responderle, cuando me sometió los problemas que planteaba la edición completa de los documentos: «Lourdes no necesita más que verdades.»

Lo que más asombra de estas pericias, estos análisis minuciosos, estas averiguaciones de la «genealogía de los documentos» y estos análisis de amplio espectro de los testimonios, que usted ha impulsado hasta los límites de lo posible, es que hayan llevado a una narración concreta, sencilla y límpida como la misma Bernadette.

Por desgracia, esta narración, impresa por entero en su monumental obra, no era accesible al gran público. La masa de los seis volúmenes en que estaba incluida, la impresionante mole de notas, las largas pericias, las sinopsis y las tablas de cifras que interrumpían el hilo de los acontecimientos, bloqueaban a la mayor parte de los devotos de Lourdes. Se imponía una edición aparte. Se la pedían de todos lados. Hoy estoy feliz de presentarla a los peregrinos y a los amigos de Lourdes.

Es la más concreta de las narraciones editadas hasta hoy. El lector, desprevenido, podría sentirse tentado de preguntarse cómo sabe usted todo esto y temer que se trate de una narración novelada. Sin embargo no tiene más que volver a la Histoire authentique. Allí encontrará cada hecho, cada frase y, siempre que sea necesario, cada palabra justificados por documentos exactamente citados y criticados.

Esta narración despojada de toda redundancia, de toda exageración, satisface las exigencias del lector actual, tanto en el plano espiritual como histórico. Bernadette se revela allí admirable, no en triunfos cotidianos y espectaculares, sino en su humildad y en su misma pobreza. Nos quedamos asombrados al verla mantener día a día su línea de rigor y fidelidad, en medio de dificultades en apariencia insuperables y, en gran parte, ignoradas, que se renovaban continuamente.

Su narración, en fin, manifiesta —en transparencia y sin comentarios— el mensaje de la Inmaculada: pobreza, plegaria y penitencia; mensaje que su conclusión desarrolla en profundidad. No sabría recomendar suficientemente esta lectura a todos los que quieran conocer y vivir Lourdes.

Usted se ha convertido en uno de los más grandes benefactores de Lourdes. Custodio de la gruta y el santuario, me siento incapaz de decirle el reconocimiento y las felicitaciones que se le deben.

Me resulta grato, sin embargo, querido profesor, expresarle con sinceridad gozosa y total mi respeto y admiración

PIERRE-MARIE THÉAS, obispo de Tarbes y Lourdes

1965


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