Del Alma y su origen
San Agustín
Aviso al lector sobre este tratado
El objeto de estos cuatro libros (escritos alrededor del año 419 .A.D.) fue suministrado por un joven llamado Vicente Víctor, natural de Mauritania Cesariense, un convertido a la Iglesia Católica de la secta Rogatiana (que se separó del cisma Donatista, y comprendía esa parte de Mauritania que se extendía alrededor de Cartenna) Este Víctor, dicen, tenía una opinión tan alta del Vicente que sucedió a Rogato como el jefe de la secta antes mencionada, adoptando su nombre como propio (Ver más abajo Libro III, cap. 2) Sucedió que aquel se encontró con una determinada obra de Agustín, en la que Agustín reconocía que era incapaz de decir si todas las almas son transmitidas por vía de generación, o que son inmediatamente creadas por un nuevo soplo de Dios, como lo había hecho con Adán, sin transmisión, aunque declaró, ante todo eso, su convicción que el alma era en su naturaleza espíritu, no cuerpo. Víctor estaba igualmente ofendido con ambas declaraciones, que se preguntó como un gran hombre como Agustín no enseñó sin vacilar qué principios uno debe tener sobre el origen del alma, especialmente porque consideraba probable su transmisión, y también que afirmaba con tanta seguridad que la naturaleza del alma era incorpórea. Él por consiguiente mencionó dos libros como escritos por un Pedro, un presbítero de España, contra Agustín sobre este tema, incluyendo algunos contenidos de los herejes pelagianos, y otras cosas aún peores que estas.
Un monje llamado Renato sucedió estar en [Mauritania] Cesárea. Parece que este hombre había mostrado a Agustín, que se alojaba en el mismo lugar en el otoño del año 418, una carta del obispo Optacio consultándole sobre el origen del alma. Este monje, aunque del orden de los laicos, no obstante era perfectamente ortodoxo en la fe, e inducido por la circunstancia, cuidadosamente copió los libros de Víctor, y los envió de Cesárea a Hipona el siguiente verano, Agustín, sin embargo, los recibió a finales del otoño del año 419, como era de suponerse. Tan pronto como el santo doctor los leyó, sin demora escribió el primero de los cuatro libros siguientes al buen monje, y seguidamente escribió, en forma de carta, al presbítero Pedro, y los dos últimos libros a Víctor, pero después de un intervalo considerable, como se desprende de las siguientes palabras del cuarto capítulo del segundo libro “Si, efectivamente, el Señor, desea que yo escriba al joven, como deseo”. En las Retractaciones esta pequeña obra de Agustín es inmediatamente colocada después de los tratados del año 419, en quinto lugar, junto a los Procederes con Emérito, que fueron completadas en el mes de septiembre del año 418. Corresponde, por lo tanto, a la terminación del año 419 o a comienzo del año 420, habiendo sido redactado después de “La condena de los Pelagianos por la autoridad de los Concilios Católicos y la Sede Apostólica “, pero “muy pronto después”, como ese feliz acontecimiento había ocurrido en el año de Cristo 418.
En el Libro I señala su propia opinión sobre la naturaleza del alma, y cómo había sido injustamente acusado por Víctor por vacilación en el tema. Reprueba su frialdad e inexperiencia juvenil, le muestra que había caído en graves e inauditos errores mientras se aventuraba a tomar sobre sí la solución de una pregunta que excedía a sus capacidades, y señala que aduce sólo a pasajes dudosos de la Escritura, y no aplicables al tema, en su empeño por probar que las almas no se transmiten, sino que totalmente nuevas son creadas por Dios en cada hombre en su nacimiento separadamente.

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