El Espejo de Las Sagradas Escrituras

San Agustín

Extracto de libro:

¿Quién ignora que en las Sagradas Escrituras (es decir, las acordes con la ley, proféticas evangélicas, apostólicas y sancionadas por la autoridad canónica) existen pasajes expresados de modo que se conozcan y se crea en ellos – por ejemplo, “en el principio creó Dios el cielo y la tierra” 1 y “en el principio era el Verbo”  2-; otro que narran los hechos divinos y los humanos con la única finalidad de que sean conocidos; y otros, en fin, que se recogen como mandamientos para que sean observados y cumplidos, o como prohibiciones para no realizar determinados actos -por ejemplo, “honra al padre y a la madre” 3; y “no cometerás adulterio”

Pues bien: de aquellos pasajes que fueron escritos para ordenar o prohibir, hay algunos que se presentan envueltos en el velo del misterio. Así, muchos de los mandatos del Antiguo Testamento formulados para que aquel pueblo los cumpliera, pero que hoy día no son observados por el pueblo cristiano, sino que únicamente se examinan y se analizan para ser comprendidos; por ejemplo, que el sábado sea día de descanso que hay que observar 5; o la prescripción de los ázimos en el pan sin levadura 6; o la pascua, en que se sacrifica un cordero 7; en fin, tantos tipos de sacrificios y de alimentos que hay que evitar; las celebraciones de la luna nueva y las festividades anuales, que todavía hoy observan los judíos; aquellas “justificaciones” que no pertenecen propiamente a obras de justicia, pero que se las considera portadoras de algún significado. En efecto, ¿qué cristiano se siente obligado a conceder la libertad a un siervo al cabo de siete años, y en el caso de que éste no quiera ser libre lo arrima a la jamba de su puerta y le perfora la oreja con un punzón 8, y demás prescripciones de este tipo?


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