Ernesto Sergio Mainoldi

Los escritos areopagíticos: radiografía de un pseudónimo

El nombre de Dionisio Areopagita está ligado a una de las obras más influyentes de la literatura filosófica occidental, que ocupó un lugar central en el pensamiento teológico entre los siglos VI y XVI, y que dejó tras de sí una huella indeleble. Esta obra se compone de cuatro tratados y diez cartas que se han transmitido como un único conjunto literario y filosófico, casi como los capítulos de un mismo proyecto teológico. Tanto los códices manuscritos como los ejemplares impresos han reunido indefectiblemente el grueso de los escritos areopagíticos y sólo de forma esporádica obras sueltas. Por este motivo, nos referimos comúnmente a la obra de Dionisio como Corpus dionisiano (en latín Corpus dionysiacum o Corpus areopagiticum). Los escritos areopagíticos se han difundido de esta manera debido a que su longitud, más bien breve, su densidad temática y la distribución de sus temas entre los diversos tratados y cartas hacen casi obligatoria su lectura integral.

El contenido de los textos areopagíticos puede resumirse brevemente de la siguiente forma: Los Nombres de Dios, tratado dedicado a los nombres con los cuales se celebra a Dios en su Providencia y sus obras en favor de las criaturas; la Teología mística, dedicado a la ascensión a Dios, que se explica según los argumentos de la teología negativa, es decir, de la negación de los atributos de las criaturas; la Jerarquía celeste, sobre los ángeles y su organización jerárquica; y la Jerarquía eclesiástica, dedicado a la Iglesia, a su organización y a sus misterios. Por su parte, las diez cartas tratan diferentes temas de naturaleza teológica, apologética y simbólica. A primera vista, podría parecer que Dionisio se ocupó sólo de cuestiones religiosas; sin embargo, su acercamiento a los temas de la fe cristiana fue siempre acompañado de una interpretación de los hechos y de las causas que perseguía indefectiblemente una explicación teórica de que la realidad es una aparición de un orden inteligible y superinteligible. Dionisio habla de la transcendencia ontológica de Dios, es decir, de la superioridad del Principio sumo respecto al ser, así como de las energías que pueblan el universo.

Pero ¿quién es Dionisio Areopagita? La respuesta a esta pregunta es aparentemente simple. Dionisio fue un magistrado ateniense que vivió en el siglo I y que se convirtió al cristianismo después de escuchar el sermón de san Pablo en la colina del Areópago, al noroeste de la Acrópolis, donde tenían lugar las reuniones de la magistratura suprema. La conversión de Dionisio se recoge en el Nuevo Testamento, en los Hechos de los apóstoles (véase el recuadro en la página siguiente), que constituye la única fuente literaria que da cuenta de su existencia. Por tanto, Dionisio ha sido considerado tradicionalmente el primer obispo de Atenas. A la luz de estos datos, los escritos areopagíticos habrían sido realizados en los tiempos de los apóstoles, en una época en la que el cristianismo estaba dando sus primeros pasos fuera de Palestina. Puesto que Dionisio fue discípulo de san Pablo, parece lógico pensar que sus obras se hubieran enriquecido de las enseñanzas inspiradas por el apóstol de los gentiles. Así pues, resulta comprensible que, en virtud de esta relación de discipulado entre Dionisio y Pablo, las obras del primero se hayan considerado casi como provenientes de la inspiración divina, con una autoridad apenas inferior a la de las enseñanzas apostólicas que figuran en las Sagradas Escrituras.


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