Encuentros con Jesús

Carlo Maria Martini

INTRODUCCIÓN

COMUNICAR: UN INTERCAMBIO DE CORAZONES

De la comunicación suele darse una definición empírica: comunicar es «decir algo a alguien». Por medio del gran mundo de la Red, que se ha añadido a los medios de comunicación clásicos, ese «algo» puede llegar a un nivel planetario. También ese «alguien» ha experimentado un crecimiento global, hasta el punto de que los oyentes o receptores de un mensaje en tiempo real ni siquiera pueden ser calculados.

A la luz de esta actual ampliación de perspectiva –en la que cada vez se comunica más sin ver el rostro del otro–, esta concepción empírica ha puesto muy claramente en evidencia el problema más importante de la comunicación. Este problema es el de que la comunicación se mueve a menudo en un plano exterior, el de la simple información, sin que ni el emisor ni el receptor queden implicados.

Por ello, intentaré ofrecer una descripción «teológica» de la comunicación partiendo del comunicarse de Dios a los hombres. Y quisiera hacerlo aportando algunas reflexiones que acaso puedan servir para una nueva descripción de este fenómeno.

El gesto de comunicación más radical de toda la historia de la humanidad se produjo en el sepulcro de Jesús durante la noche de Pascua. Al resucitar a Jesús, el Espíritu Santo comunica al cuerpo de Jesús nada menos que la potencia de Dios. Al comunicarse a Jesús, el Espíritu se comunica a toda la humanidad y posibilita cualquier comunicación auténtica. Digo auténtica porque comporta el don de sí mismo, superando de este modo la ambigüedad propia de la comunicación humana, en la que no se sabe hasta qué punto están implicados el sujeto y el objeto.

Desde esta perspectiva, la comunicación es en primera instancia la que el Padre hace de sí mismo a Jesús; luego la que Dios realiza con cada hombre y cada mujer; y, por último, la que practicamos nosotros inspirados en este modelo de comunicación divina.

El Espíritu Santo –que recibimos gracias a la muerte y a la resurrección de Jesús, y que posibilita que vivamos a imitación suya– está en la base del espíritu de la comunicación. Él pone en nosotros las características del Verbo encarnado, tales como la entrega y el amor al otro. De aquí es posible extraer algunas conclusiones sobre nuestras relacione comunicativas.


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