José Rivera Ramírez Pasión por la santidad

José Manuel Alonso Ampuero

Prólogo

Era así. Realmente era así D. José Rivera.

Después de leer de un tirón esta biografía, doy fe de que D. José Rivera era así, como lo describe José Manuel Alonso Ampuero, que lo ha conocido también muy de cerca. A mí me cupo la suerte y la gracia de Dios de convivir con Rivera durante veinticinco años hasta su muerte, colaborando estrechamente en el ministerio sacerdotal, y he escrito muchas cosas acerca de él, sobre todo en relación con su proceso de canonización. Ahora José Manuel nos obsequia con esta biografía, cuya lectura constituye un verdadero placer. José Manuel ha escrito esta biografía inmerso en la tarea de formar nuevos sacerdotes diocesanos, siendo rector del Seminario Mayor de Lurín-Lima Sur (Perú), como sacerdote fidei donum diocesano de Toledo.

Con un estilo ágil ha sido capaz de escribir esta primera biografía completa del siervo de Dios, mientras la Iglesia estudia sus virtudes y fama de santidad, cuando tantas personas han alcanzado gracias extraordinarias por su intercesión, por lo que esperamos su pronta beatificación. Otros vendrán con biografías más amplias, más documentadas, con otros perfiles, porque la vida y los escritos de Rivera dan para mucho. Pero necesitábamos una biografía breve, completa, que supiera transmitir el nervio apasionado del biografiado. Y ésta consigue todos estos objetivos y me parece, por tanto, muy apropiada para un primer acercamiento al personaje.

Escrita con viveza, recoge la invitación a la santidad, que en la vida y en la predicación de D. José era constante, como un gran profeta de nuestro tiempo. El autor es cuidadoso en el relato de los hechos, históricamente ciertos hasta en sus detalles, no los acumula de manera fría, sino dándoles vida y trenzando con maestría el relato con textos del mismo autor o de los testigos en el proceso. Hace hablar al personaje y trae los testimonios adecuados al hecho que se relata. Mantiene en cada capítulo la tensión dramática de una vida apasionante, titulando cada capítulo y cada apartado de manera muy sugerente. Cuando uno termina de leerla, siente ganas de ser santo de verdad. Y ésta será la principal satisfacción tanto del biógrafo como del biografiado.

Me parece especialmente oportuna esta biografía, después de que el Papa Benedicto XVI haya declarado el 7 de octubre de 2012 Doctor de la Iglesia universal a san Juan de Ávila, clericus cordubensis. San Juan de Ávila ha sido un santo que ha inspirado –y mucho– la vida y la espiritualidad de José Rivera. Así lo hemos percibido quienes hemos vivido cerca de él. Rivera tiene siempre delante el ejemplo del Maestro Ávila: «La distribución de la jornada de san Juan de Ávila: muchas horas de oración y lectura, solamente 5 ó 6 de predicación… D. Ángel Herrera lo pone como ejemplo y concluye: no haremos todos necesariamente lo mismo; pero ha de influir en la distribución de nuestras horas, dedicando más a la soledad que al apostolado» (Diario, 7-05-1988).

San Juan de Ávila era un santo que le inspiraba constantemente en el ejercicio de su ministerio sacerdotal. San Juan de Ávila era propuesto en los años juveniles en que José quería ser sacerdote diocesano, y no menos santo que cualquier sacerdote religioso. En esa época (1946) Juan de Ávila es proclamado patrono del clero secular español, cuando está en su apogeo el fervor de las filas de Acción Católica y del sacerdote diocesano secular. Cuando D. Baldomero Jiménez Duque escribe sobre Rivera después de la muerte, afirma: «Creó un verdadero movimiento sacerdotal a la manera de San Juan de Ávila, que tiene un largo alcance y cuya huella esperamos que durará». También Rivera fue invitado a ser jesuita y Rivera, como Juan de Ávila, prefirió ser diocesano y sembrarse en el surco de la Iglesia para fecundarla desde dentro. Tampoco Rivera, como Juan de Ávila, fundó nada, y por eso su influjo está diluido en tantas personas con diferentes carismas, que vivifican la Iglesia. Rivera se parece a Juan de Ávila, y por eso nos ha transmitido un amor grande por el patrono del clero secular.


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