La Vida de San Lucas

Nancy Durand de Colmenares

Lucano, o Lucas, el Evangelista. Fue el único Evangelista que no era judío. Nunca viò a Cristo.

Todo lo que está escrito en su elocuente y mesurado evangelio lo supo de oídas, por testigos de Cristo, de su Madre, la Santísima Virgen, de los discípulos y de los apóstoles. Su primera visita a Jerusalén tuvo lugar un año después de la crucifixión.

Y sin embargo fuè uno de los seguidores de Cristo más importantes. Al igual que Saulo de Tarso, conocido más tarde por Pablo, el apóstol de los gentiles; porque creyó que nuestro Señor no había venido solo para los judíos, sino también para los gentiles.

Al igual que Pablo, no había visto nunca a Cristo. Cada uno de ellos recibió una revelación individual. Estos dos hombres tuvieron grandes problemas con los otros apóstoles; porque los primeros apóstoles pensaban que Cristo encarnó y murió solo para salvar a los judíos; y se mantuvieron en esta creencia incluso después de Pentecostés.

San Lucas, fuè el “primer trovador de Nuestra Señora”. Únicamente a San Lucas, reveló María el Magnificat, que contiene las más nobles palabras escritas en cualquier literatura. El amó a María más que a ningún otro amor en su vida.

Fueron sus padres Iris y Eneas. Su padre era muy respetuoso de Dios. Ofrecía diariamente gratitud y alabanzas al “Dios desconocido”. El que está en todas partes. Lucano entonces desde pequeño comenzó a venerarle, y amar a ese Dios.

Eneas había sido esclavo en su juventud, y liberado por Dios, por lo que él estaba muy agradecido, de su libertad y de su buen trabajo, de su casa y sus propiedades. Pero el momento más grato para Lucano era cuando su padre ofrecía el vino “Al Dios Desconocido”.

Eneas era griego y mantenía los ritos del saludo místico, un rito universal. Una antigua costumbre de los griegos. Lucano amaba a su padre, admiraba en él el amor a Dios. Fuè educado por su padre en los dioses griegos, conociendo a cada uno de ellos. Pero para Lucano eran figuras groseras como algunos hombres llenos de avaricia y lujuria.

Pero el Dios Desconocido, el sin nombre; no era como los hombres, pues no poseía ni sus vicios ni sus virtudes. Su padre le decía que El no puede ser comprendido por los hombres, pero que era todopoderoso, omnisciente y omnipresente. Con autoridad en todo lo que tiene ser.


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