Cyclvs Apocalypticvs

Padre José Antonio Fortea

INTRODUCCION

CAPITULO I

Pausadamente el monje iba escribiendo los gruesos trazos de letra gótica en una parte de la pintura. La pintura representaba a la Virgen María con el Niño en brazos, en medio de una representación esférica del mundo y del universo románico. La letra, uniforme, llena de equilibrio, gótica tirando a merovingia.

El pío religioso en hábito negro, benedictino, trabajaba inmerso en un total y absoluto silencio. Sólo flotaba en el ambiente el rumor lejano de las voces de los novicios ensayando un himno gregoriano. El monje levantó la cabeza del escritorio, alrededor de él sólo las paredes de piedra, una cama y un pequeño estante con libros. Sus ojos estaban cansados. Sit nomen Domini benedictvm, musitó entre labios. Siempre que interrumpía su labor unos segundos para descansar, gustaba de decir una jaculatoria.

Pausadamente el anciano corrió la silla sin hacer ruido y se levantó hacia la ventana. Mirar a lo lejos era el mejor descanso para sus pupilas fatigadas. Lentamente se aproximó al arco que, entre capiteles y columnillas, se abría en la pared. Se apoyó y miró a lo lejos.

Ante sus ojos se ofrecía una bella panorámica de Nueva York en el año 2181. El monasterio estaba situado a una gran altura, si bien el edificio en el que estaba incluido elevaba todavía más su cúspide hacia una distancia de vértigo. Desde la privilegiada posición de la ventana en la que se apoyaba el monje, podía ver allá a lo lejos el tráfico rodado en las atestadas calles. Un poco más arriba, pequeñas aeronaves se deslizaban suavemente por el aire, formando hileras entre las inmensas moles de las megaestructuras, cuyos últimos pisos se perdían de vista en medio de las nubes de un día encapotado.


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