El Pobre de Nazaret

Ignacio Larrañaga

Capítulo 1

Una larga noche Subir a Jerusalén.

HABÍAN transcurrido aproximadamente dos jornadas desde que salieron de Nazaret. La primavera había estallado silenciosamente, y el valle de Esdrelón era una alfombra verde y perfumada. Entre cánticos y aleluyas, los peregrinos habían avanzado durante dos días por una ruta bordeada por una explosión de arbustos, retama, enebro, mirto, jara, todo reventado en flor, y teniendo siempre a la vista, a lo largo del trayecto, el macizo del Tabor.

Familiares, vecinos y amigos de Nazaret, formando una compacta caravana, se habían congregado en un punto determinado de la aldea para partir todos juntos en peregrinación hacia la Ciudad Santa. Y, después de rezar dos salmos, habían partido, en efecto, alegremente, como quien va a una fiesta, unos montados en sus jumentos, otros a pie, y todos vestidos con sus típicos trajes de peregrinos y calzando sandalias atadas con tiras de cuero, y con suficientes provisiones para el viaje. La peregrinación duraba aproximadamente cuatro jornadas; y, jalonando el camino con bendiciones y cánticos, los peregrinos habían penetrado profundamente en la quebrada geografía de Samaría.

El viaje ya no era una aventura peligrosa, como en otros tiempos. Unos años antes, Arquelao había sido de puesto y, por primera vez, Roma había designado a un Procurador. Los caminos estaban bien protegidos y defendidos contra los eventuales asaltos, cosa muy frecuente en aquella región.

Probablemente, era la primera vez que Jesús subía en peregrinación a Jerusalén. Estaba por cumplir los trece años, edad en que la Ley consideraba al israelita como mayor de edad. Desde este momento, el adolescente era considerado como Bar Mitzáh, condición social que le permitía al joven leer el Torah en público, pedir aclaraciones y expresar sus opiniones.

Por lo que luego sucedió en el templo, podemos conjeturar que el Adolescente tenía, para esta época, altas experiencias espirituales, desproporcionadas para su edad, y de una profundidad probablemente desconocida hasta para sus propios padres, si tenemos en cuenta la manera como éstos reaccionarían después, en el templo.


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