El Año Litúrgico
Matilde Eugenia Pérez Tamayo
PRESENTACIÓN
Una de las características de la fe cristiana, es que ella es eminentemente celebrativa, nos lleva, nos conduce a la celebración. Creer significa también y de un modo muy especial, celebrar, festejar, rendir homenaje de alabanza y de acción de gracias a nuestro Dios por su grandeza y su poder de Dios, por su infinita bondad, por el amor tierno y delicado que siente por cada uno de nosotros, por todo lo que hace – lo que hizo, lo que está haciendo y lo que hará – en nuestro favor.
Y celebramos nuestra fe, unidos en comunidad – la Iglesia – en la Liturgia. En ella y por ella glorificamos a Dios y somos santificados los hombres, como dice el Concilio Ecuménico Vaticano II en su Constitución “Sacrosanctum Concilium”, sobre la Sagrada Liturgia (cf. N. 7). En la liturgia y por ella se realiza para nosotros hoy, la obra de la redención que Jesús alcanzó para todos con su Encarnación, su Vida, su Pasión, su Muerte y su gloriosa Resurrección (cf Ídem N.2).
En la Liturgia: los Tiempos Litúrgicos y las Acciones Litúrgicas, que son los Sacramentos, Cristo mismo se hace presente en medio de nosotros y el Espíritu Santo nos comunica sus dones y sus gracias, para que, habiendo sido salvados por Jesús, seamos santos como Dios es Santo, por el amor (cf. Lucas 8,36).
Es en la Liturgia – los Tiempos litúrgicos y los Sacramentos – donde nuestra fe se fundamenta, se enriquece, y también donde se expresa, donde se manifiesta de manera directa, a los ojos de todos. Donde la fe deja de ser abstracta y se hace concreta, palpable, real. Donde pasa de ser una experiencia de Dios personal, individual, y se hace comunitaria. Donde la fe asume todo su contenido, y de ser un simple conocimiento teórico pasa a ser un conocimiento vivencial, una experiencia celebrativa que nos pone en contacto directo e íntimo con la razón de nuestra esperanza, a la vez que nos permite llevar esta esperanza ya fortalecida a los otros, a quienes viven a nuestro alrededor, a quienes necesitan de nuestra ayuda y de nuestra compañía, a quienes precisan de nuestro testimonio.
Es en la Liturgia – los Tiempos litúrgicos y los Sacramentos – donde Dios se da a nosotros, donde nos comunica sus gracias, donde nos hace capaces de cosas maravillosas. Donde Jesús, el Hijo de Dios, nos participa su Vida, la Vida de Dios, la Vida Eterna. Donde el Espíritu Santo, Espíritu de Amor, nos ilumina y fortalece en nuestra lucha contra el mal y el pecado.
Todas estas razones hacen importante, más aún, hacen necesario, conocer la Liturgia, – qué es, cómo se desarrolla, qué nos comunica, qué realiza en nosotros -; conocer la vida litúrgica de la Iglesia, comunidad de salvación, de la cual somos miembros activos, y de la cual participamos en mayor o menor medida, pero a la que estamos siempre llamados, a la que somos invitados por Jesús mismo.
Ayudar a que esto se haga realidad es el objetivo del presente libro, que no tiene pretensiones de erudición, y que simplemente es una Catequesis sobre los Tiempos Litúrgicos, expresada con sencillez, y fundamentada en la fe, la esperanza y el amor.

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