¡Venciste, Galileo!

Louis de Wohl

Capítulo 1

—Debemos de estar muy cerca –comentó Mardonio.

Hiempsal lo miró con gesto interrogante. Su amo era un hombre muy grueso y debería estar cansado de la larga cabalgada, pero no lo estaba. Parecía estar tan fresco como cuando partieron a primera hora de la tarde. Sus ojos tenían un brillo extraño.

Hiempsal era bastante más pesado que su amo, pero, como montaba un caballo más pequeño, no sobresalía por encima de la figura más bien aplastada de su amo. Su origen estaba oculto por el misterio. Algunos decían que Mardonio lo había comprado en Cirene y que era un targi procedente de algún lejano oasis del sur; otros aseguraban que venía de un lugar del corazón de África, donde el Nilo era todavía muy joven, casi un riachuelo. Poseía una fuerza hercúlea… el mismo Emperador envidiaría tener un hombre así en su guardia personal.

—Muy cerca, dice mi amo –musitó Hiempsal–. Ya iba siendo hora. Estos bichos, que quieren ser caballos, están al límite de sus fuerzas. ¡Mira la espuma que los cubre! Un par de horas más y caerán muertos. En realidad no son auténticos caballos. No hay caballos en Capadocia. Solo hay conejos… y polvo… y malos caminos… y montañas. Es una tierra olvidada de los dioses… de los santos, quería decir. ¿Para qué venimos aquí, amo?

En el rostro de Mardonio se dibujó una breve sonrisa.

Ningún esclavo suyo, excepto Hiempsal, se atrevería a dirigirle la palabra sin que antes él le hubiera hablado: a los esclavos solamente les estaba permitido responder a las preguntas. Por faltas más pequeñas que esa muchos habían pasado largo tiempo de sus perras vidas en el ergástulo, la prisión para los esclavos, trabajando de día en el campo y encadenados a la pared por la noche.

Pero aquel bandido de Hiempsal parecía saber siempre exactamente hasta dónde podía llegar. Además sabía que su amo no le haría nada que pudiera perjudicar a su utilidad como guardia personal.

Y aquel viaje era un viaje muy solitario…

—Esa es la gran cuestión, Hiempsal –respondió Mardonio–. Nunca se ha hecho un viaje más importante que este. A ti te bautizaron, ¿verdad?

—Yo aseguraría que sí –afirmó el esclavo–. Yo tenía entonces trece o catorce años. Me metieron en el agua y murmuraron una especie de conjuro.

Musitó algo para su coleto, pues si aquello fue un conjuro había que contrarrestarlo.

Y Mardonio volvió a sonreír.

—Entonces te habrán contado la historia del Nacimiento: cómo se presentaron tres Magos buscando al Rey de Reyes. Pues bien, Hiempsal…, yo soy los tres Magos juntos, y quizá también tenga una estrella que me enseñe el camino.

El oscuro rostro de Hiempsal mostraba su desconcierto, pero se daba cuenta de que no era momento de hacer ninguna pregunta más.

Siguieron cabalgando en silencio. El polvoriento camino subía cada vez más. El sol estaba ya en su ocaso, dentro de una hora la oscuridad caería sobre aquel bosque de acacias, cedros y cipreses.

A la derecha, detrás de los primeros árboles, se elevaba una delgada columna de humo azulado.

Una muchacha surgió en medio del camino y Hiempsal, a una seña que le hizo su amo, espoleó el caballo y la alcanzó cuando estaba a punto de esconderse entre los arbustos.

Cuando Mardonio llegó donde se hallaban, la muchacha se estaba debatiendo como un gato salvaje entre los brazos morenos de Hiempsal. Era una chica joven, ya no era una niña, tendría unos dieciséis o diecisiete años, con un busto bello y ojos llameantes. Iba pobremente vestida.

—¡Con cuidado, bruto! –dijo Mardonio, sin entonación ninguna–. Le vas a romper los huesos.

Después se dirigió a la chica:

—No tengas miedo. Aquí tienes un denario para ti. Dime a qué distancia de aquí está Macello. ¿Cuántas leguas? ¿Dos? ¿Un poco más? ¿Dos y media? Muy bien, aquí tienes tu dinero. Deja que se vaya, Hiempsal.

El gigante obedeció no sin cierta resistencia. Cuando echaron a andar de nuevo, volvió la cabeza unas cuantas veces para mirar a la chica.

—No te comportes como un animal –le regañó Mardonio–. ¿Es que no has visto nunca a una muchacha? Eres una peste. Escúchame bien, estos próximos días, y quizá semanas, los vamos a pasar en un monasterio. No quiero que nuestros huéspedes me vengan con quejas acerca de mi criado. Si recibo una sola queja, por Hécate que recibirás cien azotes cuando regresemos a Nicomedia.

—Un hombre es un hombre, amo –protestó el gigante negro.

Mardonio se volvió en redondo, como una víbora a punto de picar; su rostro macilento era como una máscara y sus ojillos eran dos finas ranuras.

—¡Baja del caballo, perro!

Hiempsal se dio cuenta demasiado tarde de que había dicho lo único que era una cruel ofensa para su amo. Se puso mortalmente pálido y su enorme cuerpo empezó a temblar. Haciendo un esfuerzo tremendo, se deslizó del caballo y cayó al suelo en abyecta postración.

—Perdón, no soy más que un perro a los pies de mi amo –gimoteó.

Por el rabillo del ojo vio que la fofa y femenina mano de Mardonio empuñaba una daga corta y afilada. Durante unos segundos, la muerte pareció flotar en el aire…

Pero la daga desapareció en los amplios pliegues de la túnica de donde había salido.

—¡Levántate…, hombre! –gritó Mardonio, escupiendo esta palabra como si fuera un insulto–. Ya veremos esto en un momento más oportuno.

Lentamente, Hiempsal se puso de pie y volvió a montar. Cuando consiguió arrear a su caballo, el eunuco ya se había adelantado un buen trecho. El rostro de Mardonio había recuperado su expresión de imperturbable magnanimidad. Sus conocidos del este del Imperio lo comparaban a menudo con un Buda rechoncho y bonachón. Llevaba la abovedada frente medio cubierta por un pañuelo de seda china. Una túnica amplia y sencilla de color miel le colgaba en pliegues sueltos alrededor de su cuerpo informe, que podía igualmente ser el de una mujer cincuentona. No llevaba ninguna insignia que manifestase su rango y estaba cubierto por el polvo del largo camino.

Era difícil afirmar nada definido acerca de aquel hombre: su nacionalidad, su edad, rango, costumbres, profesión…

Sin duda procedía de las regiones orientales. Egipto, Siria, Caldea, y en sus venas llevaba una mezcla de sangre de todos esos lugares…


Para activar la descarga es necesario una suscripción. Algunos libros requieren de una suscripción premium.

epub
epub
mobi
mobi
pdf
pdf


Adquiere una suscripción

¿Ya tienes una suscripción?

Ingresa aquí:


DETALLES DE ESTE LIBRO


Más de este autor/tema


No se han encontrado entradas.
Biografía de la luz

Biografía de la luz

Todo lo que se cuenta en los evangelios, y que creía saber de memoria, comenzó a resonar en mí de forma distinta hace unos años ...
El Poder de la Oración

El Poder de la Oración

Hace algunos años descubrí que necesitaba orar. No tenía idea de cómo ofrecer a Dios una oración que le agradara. No deseaba ofrecerle una oración ...
Los trastornos de la personalidad como causa de nulidad matrimonial

Los trastornos de la personalidad como causa de nulidad matrimonial

¿Qué es la personalidad?. Cuando hablamos de trastornos de la personalidad nos referimos a aquellos casos en los que esta se ha ido desarrollando de ...
Introducción a la Comunicación Institucional de la Iglesia

Introducción a la Comunicación Institucional de la Iglesia

Redactar una introducción para un genio de la pintura como Miguel Ángel, Velázquez o Giotto es siempre difícil porque se trata de explicar en pocas ...
El gran divorcio

El gran divorcio

Blake escribió El matrimonio del cielo y el infierno. Si yo escribo sobre su divorcio, no es porque me considere un adversario a la altura ...
¡Espíritu Santo, ven!

¡Espíritu Santo, ven!

Dios ha querido revelarse a los hombres en toda la belleza de su ser, como un Padre que nos ama, como un Hijo que nos ...
Jesús, Dios entre Nosotros

Jesús, Dios entre Nosotros

El presente trabajo es una selección de frases del Papa Francisco, entresacadas de sus catequesis, homilías, mensajes y discursos, pronunciados a lo largo de su ...
A la humanidad le falta Dios

A la humanidad le falta Dios

Mi finalidad al escribir este pequeño libro es para hacer ver a mis lectores el gran desconocimiento que hay de Dios en el mundo, y ...
Memorias de la Hermana Lucía

Memorias de la Hermana Lucía

Esta décima edición (como ya las precedentes) del primer volumende las Memorias de la Hermana Lucía en lengua española está enriquecida en relación a las ...
La voluntad de sentido

La voluntad de sentido

Cumplo con agrado el pedido de la Editorial poniendo a su disposición una serie de conferencias que pronuncié durante los últimos años. Sucede que, últimamente, ...
Todo lo Puedo en Aquel que me Conforta

Todo lo Puedo en Aquel que me Conforta

Con motivo de los 2,000 años del nacimiento de san Pablo, el Papa Benedicto XVI proclamó un año jubilar del 28 de junio de 2008 ...
Por qué orar, cómo orar

Por qué orar, cómo orar

Es tarea de toda generación cristiana, y de todo cristiano en cada una de las generaciones, retomar el camino de la oración, redefmir la oración ...
Historia de la Iglesia

Historia de la Iglesia

La Iglesia no es obra humana. La fundó Cristo cuando fue escogiendo a sus apóstoles, pero fue en Pentecostés donde Dios Espíritu Santo lanzó a ...
El torrente oculto

El torrente oculto

         Aunque parezca extraño, a muchos lectores de países de habla española les resulta poco familiar la obra y aun el nombre de Ronald Knox, ...
Santa Catalina de Siena

Santa Catalina de Siena

El recuerdo de la simpática fiesta que nos dedicaban a las mayores que ya íbamos a dejar el Colegio del Sagrado Corazón aquel año, en ...
Consejos a un joven poeta

Consejos a un joven poeta

Este libro fue escrito como respuesta a una pregunta de un joven amigo de Max Jacob. Conviene tener en cuenta la edad de aquel joven ...
Sobre el cielo y la tierra

Sobre el cielo y la tierra

El Rabino Abraham Skorka hizo referencia, en un escrito, al frontispicio de la Catedral Metropolitana que representa el encuentro de José con sus hermanos. Décadas ...
San Andrés Bessette el más grande devoto de San José

San Andrés Bessette el más grande devoto de San José

San Andrés Bessette, llamado el hermano Andrés, es el primer santo de Canadá, el más grande devoto de san José, el que ha construido la ...
Los engaños de la Nueva Era

Los engaños de la Nueva Era

La enciclopedia de la Nueva Era dice que: "mientras el movimiento es un movimiento social, es también por su naturaleza, religioso, aunque muchos del movimiento ...
Elementos de Filosofía

Elementos de Filosofía

Ningún hombre puede vivir sin tener una filosofía. La filosofía es indispensable para el hombre, bien se trate de la vida sensitiva, de la vida ...
365 días con Jesús de Nazaret

365 días con Jesús de Nazaret

Cuando leemos los evangelios, sentimos que las palabras que Jesús dirige a sus discípulos están pensadas especialmente para nosotros. Y, en ocasiones, nos sorprende encontrar ...
Venerable Mónica de Jesús y su Ángel Custodio

Venerable Mónica de Jesús y su Ángel Custodio

Sor Mónica de Jesús es una sierva de Dios cuyo proceso de beatificación está en marcha y esperamos verla pronto en los altares. Su vida ...
San Juan de la Cruz

San Juan de la Cruz

Es interesante conocer desde el principio al protagonista de esta historia que hace casi cuatro siglos que partió de este mundo a la eternidad. Nació ...
El Combate Espiritual

El Combate Espiritual

LOS ELOGIOS QUE HIZO UN GRAN SANTO ACERCA DE ESTE LIBRO Monseñor Pedro Camus en su hermoso libro titulado: “El espíritu de san Francisco de ...
Escritores conversos

Escritores conversos

En 1905, el joven G. K. Chesterton publicaba Herejes, un libro de ensayos en el que, por primera vez, se enfrentaba a muchos de sus ...
Amor Humano

Amor Humano

"El hombre y la mujer están hechos ‘el uno para el otro’: no que Dios los haya hecho ‘a medias’ e ‘incompletos’; los ha creado ...
La palabra manipulada

La palabra manipulada

El gran humanista y científico Albert Einstein nos hizo esta severa advertencia: «La fuerza desencadenada del átomo lo ha transformado todo, menos nuestra forma de ...
Actas De Proceso Contra Pelagio de San Agustín

Actas De Proceso Contra Pelagio de San Agustín

2. Antes de comenzar doy inefables gracias a Dios, que me dirige y guarda, porque no me he visto defraudado en la opinión que tenía ...
Filosofía del Tiempo Libre

Filosofía del Tiempo Libre

Si le decimos a un estudiante que la mitad de los días del año se los pasa en vacaciones, no lo cree, porque los días ...
Dios tiene una O

Dios tiene una O

Los cristianos tibios, los que sólo rezan en la iglesia, se creen que el Hijo de Dios es una imagen en una hornacina, y que ...
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta