La muerte: un amanecer
Elisabeth Kübler-Ross
Prólogo
Cuando una médico con 28 títulos honoris causa en su haber y más de veinte años de experiencia acompañando en el momento de la muerte a miles de personas en todo el mundo comparte con nosotros sus vivencias misticas -«experiencias que me han ayudado a saber, más que a creer, que todo lo que está más allá de nuestra comprensión científica son verdades y realidades abiertas a cada uno de nosotros»-, debemos leerla atentamente y con humildad. Pero debemos, ante todo, congratularnos. Nunca antes la humanidad había tenido ocasión de saber de la muerte y de la vida después de la muerte, de la manera en que hoy, gracias a Elisabeth Kübler Ross, nos es posible. Hasta hace muy poco los conocimientos, que la doctora Ross pone al alcance de todos los que quieran escucharla, eran un saber «oculto» accesible sólo a través de la fe a los creyentes o a los estudiosos de los textos sagrados tibetanos o la más compleja literatura esotérica occidental.
El amor y la dedicación de esta mujer excepcional permite que hoy muchos médicos, enfermeras y personas en el mundo estén científicamente preparadas para entender, acompañar y ayudar realmente a cualquier ser humano en los difíciles momentos que anteceden su muerte, así como para comprender y consolar efectivamente a las personas que sufren la pérdida de seres queridos. Evidentemente, en ese científicamente está involucrado lo mejor del espíritu humano: su capacidad de amar. Con una actitud rigurosa y valiente, Kübler-Ross ha investigado en el dolor y la conclusión, a sus muchos años de desvelos al lado de sus pacientes, podría resumirse así:
Busqué a mi alma; a mi alma no la pude ver.
Busqué a mi Dios; mi Dios me eludió.
Busqué a mi hermano y encontré a los tres.
Con todo, una breve advertencia. Las tres conferencias que componen este libro constituyen un material único dentro de la obra de KüblerRoss; se leen y entienden muy fácilmente pero probablemente, para muchos, resultarán enormemente difíciles de digerir. Cuanto más aferrado esté nuestro pequeño ego a sus propios miedos y razonamientos, más difícil nos será abrirnos a lo que Elisabeth expone y aceptarlo, al menos, como posible. La doctora Ross no ignora esa dificultad; conoce bien la violencia de la que son capaces los que seguros de todo no soportan, sin embargo, otra opinión. «Tuve que pasar literalmente por miles de muertes -dice—, puesto que la sociedad en la que vivo intentaría aniquilarme.» Antes de negar o rechazar lo que aqui se nos dice, recordemos que todos, en algún momento, tendremos ocasión de verificarlo.
Sea cual fuere nuestra reacción intelectual, lo cierto es que este libro, como toda la obra de Elisabeth Kübler-Ross, es un testimonio del amor incondicional que ella pregona. Un amor que se atreve más allá de lo razonable y conveniente, un amor que trasciende los límites de la propia muerte y, en aras de la Verdadera Vida, se desborda… Ojalá que entre aquéllos a los que alcance, esté el lector.
MAGDA CATALA Cuernavaca, 1989.

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