Mero Cristianismo

C. S. Lewis

Prefacio

El contenido de este libro fue primero emitido por la radio y después publicado en tres partes separadas: Argumento a favor del cristianismo (1942), Comportamiento cristiano (1943) y Más allá de la personalidad (1944). En la versión impresa añadí algunas cosas a lo que había dicho ante los micrófonos, pero aparte de esto dejé el texto más o menos como estaba. Una «charla» por la radio debe asemejarse tanto como sea posible a una charla auténtica, y no a un ensayo leído en voz alta. En mis alocuciones, por tanto, utilicé todas las contracciones y coloquialismos que normalmente utilizo en la conversación. Y cuando en las charlas había acentuado la importancia de una palabra por el énfasis de mi voz, la escribía en letra cursiva. Ahora me inclino a pensar que esto es un error, un híbrido indeseable entre el arte de hablar y el arte de escribir. Un conversador debe utilizar las variaciones de la voz a guisa de énfasis porque su medio se presta naturalmente a ese método, pero un escritor no debe valerse de la cursiva para el mismo fin.

Tiene sus medios propios y distintos de resaltar las palabras clave y debe utilizarlos. En esta edición he expandido las contracciones y reemplazado la mayoría de las palabras en cursiva redactando nuevamente las frases cuando ha sido preciso, pero sin alterar, espero, el tono «popular» o «familiar» que siempre había sido mi intención utilizar. También he añadido o suprimido allí donde pensé que comprendía una parte de mi tema mejor que diez años atrás, o donde sabía que la versión original había sido mal comprendida por algunos.

El lector debe quedar advertido de que no ofrezco ayuda alguna a aquellos que dudan entre dos «denominaciones» cristianas. No seré yo quien le diga si debe convertirse en un anglicano, un católico, un metodista o un presbiteriano. Esta omisión es intencionada (incluso en la lista que acabo de dar el orden es alfabético). No hay misterio acerca de mi propia posición. Soy un laico ordinario de la Iglesia de Inglaterra ni muy «alto» ni muy «bajo», ni ninguna otra cosa en especial. Pero en este libro no intento atraer a nadie a mi propia posición. Desde que me convertí al cristianismo he pensado que el mejor, y tal vez el único, servicio que puedo prestar a mis prójimos no creyentes es explicar y defender la creencia que ha sido común a casi todos los cristianos de todos los tiempos. Tenía más de una razón para pensar esto. En primer lugar, las cuestiones que separan a los cristianos unos de otros a menudo implican temas de alta teología o incluso de historia eclesiástica que nunca deberían ser tratados salvo por auténticos expertos. Yo habría estado fuera de mi jurisdicción en ese terreno: más necesitado de ayuda que capacitado para ayudar a otros. En segundo lugar, creo que debemos admitir que las discusiones sobre estos disputados temas no tienden en absoluto a atraer a un «forastero» a la congregación cristiana. Mientras hablemos y escribamos sobre ellas es mucho más probable que lo disuadamos de ingresar en cualquier comunión cristiana que lo atraigamos a la nuestra.

Nuestras divisiones jamás deberían ser discutidas salvo en presencia de aquellos que ya han llegado a creer que hay un solo Dios y que Jesucristo es Su único Hijo. Finalmente, tuve la impresión de que tenemos muchos más, y más talentosos, autores ya dedicados a esos temas controvertidos que a la defensa de lo que Baxter llama el «mero» cristianismo. Aquella parte del terreno en la que pensé que podía servir mejor era también la parte que me pareció más desatendida, y allí naturalmente me dirigí.


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