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La educación en familia



José Manuel Martín

Presentación

Sobre Educación y familia:
a modo de preámbulo

Hace más de cuatro años surgió la idea de preparar algunos artículos en torno a la temática de la familia y la educación. ¿Qué entendemos por persona o por familia? Son conceptos básicos que propiamente no se pueden definir, pues los poseemos de modo espontáneo. Todos sabemos lo que es una familia, ya que en general hemos nacido en su seno; y hemos aprendido lo que es una persona mirándonos en otras, siendo educados, y también educándonos, porque cualquier aprendizaje es tamizado por la libertad personal. Y, sin embargo, en torno a ambas realidades –la persona y la familia– se ha generado una alta cota de confusión.

Como afirmaba recientemente el Santo Padre Francisco, “la familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales”. También su predecesor, Benedicto XVI, puso de relieve la crisis en que se encuentra sumergida la educación. En muchos casos se aprecia la falta de motivación en profesores y alumnos, el deterioro de la corrección y la disciplina, una generalizada falta de exigencia en la trasmisión de conocimientos y de valores comunes.

Con estos artículos, que ahora se publican como libro, no hemos pretendido otra cosa que afianzar algunos aspectos que nos han parecido imprescindibles en la conformación de la persona y de la primera relación que la caracteriza: la familia.

“La familia –afirma Papa Francisco– es el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos”. En muchos sentidos, cada mujer y cada hombre son lo que son por su familia, y crecen en y con su familia; y a esto –al crecer como persona–, desde hace muchos siglos, se ha llamado educación, paideia. Algo que no podemos confundir simplemente con la instrucción, por muy valiosa o productiva o eficaz que sea; o con la mera enseñanza, entendida como la transferencia de conocimientos. Educar es otra cosa: consiste sobre todo en la transmisión de un estilo de vida. Es dar lo que uno es, mucho más que enseñar o instruir, aunque sin dejar de intentar esto último.

Estas ideas de fondo han matizado también el punto de vista o el aspecto que hemos elegido para orientar la mayoría de los artículos. De un modo o de otro, la consideración clásica de los temas expuestos ha teñido su enfoque. Por eso, la atención a la importancia de la virtud en la educación ha estado presente desde el principio, ya sea de modo directo o en oblicuo. Hemos querido presentarlos de un modo “propositivo”, con ánimo abierto, de modo que pueda ayudar a padres y educadores a “volver a pensar sobre” esa maravillosa tarea que implica a la persona entera, en una relación bidireccional ya que nadie ha de dejar de aprender.

Pensar la educación. Sobre esto versa el libro. Quizá este prólogo ha sido necesario para que cada lectora o lector esté advertido acerca de la perspectiva sobre la que ha de incidir. Se trata de un libro caleidoscópico por temática y autores, que no pretende dar soluciones, sino suscitar en cada uno el deseo de mejora, de búsqueda del bien, allí donde se encuentra la verdadera realización de la persona, su felicidad, que dirían los clásicos. Porque la persona ha de ser pensada como sujeto de crecimiento, y esto es la educación: ayudar a crecer. Algo que paradójicamente solo es posible desde afuera, en la relación entre un tú y un nosotros-vosotros, en la relación con un otro, que –como nos recordó Benedicto XVI– es al mismo tiempo mi semejante y mi distinto. En cuestiones de educación, el mito moderno de la autonomía o del autodesarrollo es el sueño de una quimera. De ahí la importancia de reconocerse como hijos.

Muchas de las reflexiones que se contienen en estas páginas son deudoras de la sana y amable pedagogía, en el mejor sentido de la palabra, de un Padre que ha sido maestro de vida, san Josemaría Escrivá de Balaguer. Su experiencia espiritual y la institución por él fundada, el Opus Dei, han fecundado no solo ciencias como la Teología o el Derecho, sino también otros saberes prácticos –sapienciales– como la educación.

José Manuel Martín Quemada (editor)
Madrid, 19 de febrero de 2014


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