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El Paraíso, Caín y Abel, Noé

San Ambrosio de Milán

INTRODUCCIÓN

En este volumen se agrupan tres textos de san Ambrosio que presentan indudables rasgos comunes: los tres se centran sobre los primeros capítulos del Génesis, fueron compuestos por la misma época y se agrupan entre los escritos exegéticos del gran obispo de Milán. Si bien no se cuentan entre sus obras más estudiadas y famosas, su interés radica tanto en la importancia de los acontecimientos que comenta, como en el indudable valor literario que les confiere la extraordinaria personalidad de su autor.

I. INTRODUCCIÓN GENERAL

Las cuestiones que más han interesado a los estudiosos al plantearse el carácter de los tres títulos han sido de dos tipos, según la perspectiva desde la que se ha abordado su análisis. Los filólogos se han centrado en determinar con la mayor precisión posible la fecha de su composición, las fuentes en las que su autor se inspiró y la huella que han dejado en la literatura posterior. Desde un punto de vista prevalentemente teológico, los especialistas se han centrado en el método hermenéutico empleado por el autor y las consecuencias de orden teológico y pastoral que de él extrae.

De ahí que en esta Introducción nos propongamos en primer término exponer lo más brevemente posible las conclusiones a las que, de una parte la Altertumswissenschaft y de otra la Patrología, han llegado en todos y cada uno de estos aspectos.

A continuación estableceremos algunos rasgos que caracterizan estas obras y que cualquier lector cuidadoso puede apreciar a simple vista en ellas: la importancia de los nombres, la atención a los números y la dimensión cristo-céntrica de los textos. Para los dos primeros es evidente que podía apoyarse en su modelo Filón; el tercero es completamente original.

1. Cronología

El primer interrogante que se plantea es el relativo a la naturaleza de estas tres composiciones y es inseparable del acontecimiento que cambió de modo radical la vida de Ambrosio: su sorprendente consagración episcopal, el 7 de diciembre de 374, cuando ya rondaba los cuarenta años. De la noche a la mañana el gobernador civil de la provincia con sede en Milán se convirtió en pastor de la diócesis Emiliana.

Debió de encontrarse en un serio aprieto, consciente de su falta de preparación para desempeñar semejante tarea, porque, como es bien sabido, a la sazón no había recibido ni siquiera el bautismo. Sin embargo, consciente de la responsabilidad que había contraído, se aplicó desde el primer momento a dirigir su grey, a la vez que conseguía lo antes posible el bagaje doctrinal necesario para llevar a cabo su cometido.

Le costó un esfuerzo de casi tres años, que dedicó al estudio de la Sagrada Escritura, a la vez que cumplía con sus deberes administrativos y pastorales, entre los cuales ocupaba un lugar relevante la predicación, y con sus compromisos políticos, enfrentado desde el primer momento al peligro arriano.

La obligación de formar al pueblo en la interpretación y la aplicación de la Sagrada Escritura estuvo presente desde el primer momento, si bien sólo en Y se encontró en condiciones de abordar por escrito temas vitales para la formación de los fieles: de una parte, el fomento de la piedad entre las mujeres y de otra la exposición de la realidad del pecado y sus consecuencias, que sólo la misericordia de Dios es capaz de enderezar.

Ambos campos temáticos no son en la mente de Ambrosio tan dispares como podría a primera vista parecer, si se tiene en cuenta que para él la mujer fue la causante y responsable principal de la caída y por tanto de la culpa original. Su educación en la virtud y su comportamiento ejemplar serían, por tanto, las vías más razonables y eficaces para combatir y desterrar el pecado del mundo.

Aunque es un dato pacíficamente aceptado que Ambrosio dio a conocer sus obras, incluso las epístolas y los textos homiléticos, tras una profunda labor de elaboración, sin embargo es legítimo preguntarse si las composiciones que aquí presentamos son ejercicios de principiante o tratados sistemáticos.

Un argumento a favor de la primera alternativa es el hecho de que sólo diez años más tarde, hacia 387, con su Hexameron, Ambrosio se enfrenta a un tema de la envergadura de la Creación, que en buena lógica tendría que haber abordado antes del Paraíso.


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