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El católico atento

Dr. Gregory Bottaro

PRÓLOGO

Peter Kreeft

Greg Bottaro fue un estudiante mío en el Boston College. Era un muy buen estudiante, pero incluso los muy buenos estudiantes rara vez escriben libros muy buenos. Él lo hizo.

Es un buen libro, no solo porque se lee bien, sino porque funciona bien. Este libro es como un libro de cocina, o un manual de instrucciones. Decir que supone una buena lectura es como decir que Cómo construir un barco supone una buena lectura para un náufrago. Es cierto que es una buena lectura, pero supone un barco mucho mejor. Flota. Funciona.

Y «vas a necesitar un barco más grande» es cierto para todos nosotros en términos de atención plena. San Agustín rezaba: «Estrecha es la mansión de mi alma. Amplíala». La mente es uno de los dos poderes más esenciales del alma (la otra es la voluntad). Lo que este libro le hace a su mente no es llenarla de cosas, sino ampliarla, fortalecerla. Le hace a la mente lo que las baterías nuevas le hacen a un reflector.

Pero usted tiene que hacerlo, no solo pensar en hacerlo. Muchos de nosotros, especialmente los académicos, los «intelectuales», que normalmente tenemos una imaginación muy activa, somos propensos a pensar (subconscientemente) que hemos hecho algo (como rezar, ayunar o hacer actos de caridad) simplemente porque hemos pensado en ello. Incluso podemos llegar a creer que somos santos simplemente porque nos gusta leer libros de los santos. Somos tentados a vivir en nuestra imaginación, en nuestro mundo más que en el mundo real (¡Es mucho más fácil!). Somos como el teólogo que, al morir, Dios le ofreció la opción entre ir al cielo o a una conferencia de teología sobre el cielo. Eligió la conferencia.

¿Qué tan importante es la atención plena? Más importante que casi cualquier objeto mental posible. Hay muchísimos objetos diferentes en este mundo loco y maravilloso para que la luz de nuestras mentes se ilumine, pero si la luz es débil, está nublada o no es confiable, todos sus objetos se oscurecerán, y nuestro entendimiento de ellos será débil, y nosotros mismos nos oscureceremos y debilitaremos como fantasmas. Nuestra mente puede ser comparada con la luz, y todo en nuestro mundo es un objeto para ella. Mejorar la luz misma —aclararla e intensificarla, y enfocarla y dominarla—, es más importante que conocer cualquiera de sus objetos (excepto Dios y sí mismo, las dos únicas realidades de las que no podemos escapar ni por un solo momento, ni en el tiempo ni en la eternidad).

El Buda dijo, en la primera y más famosa y favorita línea del primer y más famoso y favorito libro budista, el Dhammapada, «Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado. Comienza con nuestros pensamientos, se mueve con nuestros pensamientos, termina con nuestros pensamientos».

(Por cierto, este no es un libro budista. Es un libro cristiano y católico. No te lleva a la nada o al vacío, sino a todo, especialmente a Dios).

Tengo TDA (que para un filósofo suele ser TDAH, por sus siglas en inglés: trastorno por déficit de atención con hiperactividad); me aburro y distraigo fácilmente, así que me encantan los libros cortos y sencillos. Si un libro tiene diez puntos, me olvidaré de nueve de ellos. Es por eso que mi clásico espiritual favorito es el sencillo libro de un solo punto del Hermano Lawrence, La práctica de la presencia de Dios. Su punto es tan claro y corto que incluso si él nunca escribió el libro, el título por sí solo sería suficiente. El libro del doctor Bottaro te da muchos más detalles concretos, ejercicios y consejos prácticos específicos.

San Pablo conocía la importancia del pensamiento tan bien como Buda. Nos dice que «todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo obedezca a él» (2 Corintios 10:5). El acto-pecado de Adán y Eva comenzó con el pensamiento-pecado. «Siembra un pensamiento, cosecha un acto; siembra un acto, cosecha un hábito; siembra un hábito, cosecha un carácter; siembra un carácter, cosecha un destino».

El pensamiento tiene dos polos: el objeto y el sujeto, la cosa en la que se piensa y el acto mismo del pensamiento. Por supuesto que es importante aquello en lo que pensamos, los conceptos que usamos, los entendimientos y creencias y principios que tenemos en nuestras mentes, los objetos en los que nos enfocamos. Pero también es importante, y terriblemente descuidado, estar atento, es decir, lleno de mente, lleno de ondas alfa, alerta, consciente, despierto.

Esto es tres veces importante en una época y una cultura que fomenta una complejidad confusa y paralizante, una confusión deslumbrante de distracciones y una avalancha de ansiedades siempre en aumento. Ray Bradbury, en su clásico Crónicas marcianas, cuenta la historia de un marciano ansioso por complacer que es empático; da porciones de su mente a cada necesidad de cada invasor humano de la tierra, y finalmente su mente simplemente estalla, como un neumático inflado en exceso. Demasiados de nosotros estamos cerca de ese punto de ruptura. ¿Cómo podemos simplificar nuestras vidas?


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