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Cristo, Nuestra Esperanza

José L. Caravias sj.

INTRODUCCIÓN

Cristo es la imagen visible del amor del Padre. El que lo ve a él ve al Padre. En él reside la mayor prueba de amor que podía ha­ber dado Dios. Por eso él es nuestra gran esperanza. El anuncio de su nacimiento fue la mayor y más importante noticia que ja­más se haya podido dar: “La Buena Nueva”.

Dios “es bueno” (Mt 19,17).

“Dios es amor” (1 Jn 4,8.15).

Estas palabras del Nuevo Testamento son un resumen del mensaje de Jesús. Dios es siempre y enteramente bueno para con todos sus hijos.

En un libro anterior, “Dios es bueno”, hice una selección de citas bíblicas, brevemente comentadas, sobre el Amor de Dios visto desde el Antiguo Testamento. Ahora pretendo realizar lo mismo desde el Nuevo Testamento.

Lo más importante del presente libro son las mismas citas bí­blicas, el contacto directo con las Fuentes, de forma que podamos conocer y amar cada vez más a Cristo Jesús.

No se trata de contar anécdotas de la vida de Jesús, que se suponen más o menos conocidas. Sino de meditar y asimilar la Vida que trajo Jesús. Lo que interesa destacar ahora es la Fuerza de su Amor.

Jesús es cada vez más actual. Nos interesa conocer al Cristo vivo, presente hasta nuestros días en medio de nosotros. En todo el que lucha por la libertad, la justicia y la fraternidad universal está presente Cristo. El amor auténtico, cuya fuente está en Jesús, es la gran fuerza capaz de construir un mundo nuevo.

Conocer, amar y seguir a Cristo Jesús no es algo sensiblero, propio de personas desocupadas. Todo lo contrario. Es una fuerza arrolladora, que nos impulsa a comprometernos por los demás hasta las últimas consecuencias. Nuestro mundo está hambriento de Cristo, del Cristo verdadero, dulce y exigente a la vez, Hombre-Dios, Camino, Verdad y Vida. Él no marcó solucio­nes político-económicas concretas; pero trajo al mundo el amor necesario como para que los seres humanos podamos concretar­las en cada tiempo y lugar, según la realidad de cada momento.

Él luchó contra los poderosos y las estructuras opresoras de su tiempo, constituidas entonces por la teocracia judía; y minó los cimientos de toda opresión: el orgullo y el egoísmo humano. Defendió sus ideales hasta la entrega de su propia vida. Y de la valentía de su muerte nació nuestra esperanza.

Conocer y amar a Jesucristo es lo más humano, lo más gran­dioso, lo más liberador y revolucionario que se puede realizar en el mundo. En éste nuestro mundo, tan violento y desesperan­zado, necesitamos crecer en la fe en Cristo Jesús, Señor de la Historia. Es hora de dejar las enseñanzas infantiles sobre Jesús, y pasar a un conocimiento maduro (Heb 6,1).

Uso de una forma especial las palabras de San Pablo por ser él un ejemplo vivo de lo que Jesucristo puede llegar a realizar en una persona que tiene fe en su Amor y se deja llevar por él. El ideal de Pablo debe ser la meta de todo buen cristiano:

Todo lo tengo al presente por pérdida

en comparación de la gran ventaja

de conocer a Cristo Jesús, mi Señor.

Por su amor acepté perderlo todo

y lo considero como basura

con tal de que pueda ganar a Cristo

y encontrarme con él.    (Flp 3,8-9)


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