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Un mar sin orillas

Antonio Rodríguez Pedrazuela

Antes de cruzar el puente

Deseo explicar a los lectores de este Puente de las Américas, a los de la otra orilla del Atlántico, allá en la lejana España, algo sobre el sentido de estas páginas.

Éste no es un libro de memorias, aunque evoque muchas vivencias personales. Mi vida sirve sólo como lugar de encuentro para entretejer los relatos que me han contado personas de perfiles, procedencias y circunstancias muy diversas: un judío sefardita; dos hermanos de ascendencia árabe; varios cardenales y obispos; dos niños de la calle; una mujer indígena cakchiquel; un famoso pediatra…

Tampoco es un libro de historia –dejo esa tarea para los historiadores de profesión–, aunque muestre, a grandes trazos, los hitos más significativos de la implantación del Opus Dei en América Central.

¿Cómo clasificarlo? Yo lo llamaría… un libro de aventuras; pero de aventuras reales, intensamente vividas, a una y otra orilla del Atlántico, con paisajes muy distintos: el mundo indígena del altiplano guatemalteco; las selvas intrincadas del Petén; el «Valle de las Hamacas» salvadoreño; las verdes montañas de Honduras; el cielo de Costa Rica; los lagos y volcanes de Nicaragua; el canal de Panamá…

Estas aventuras personales acaban contribuyendo, de un modo u otro, como los afluentes de un gran río tropical, a la aventura apostólica del Opus Dei en el Istmo.

Entre todas las personas que intervienen en esta aventura apostólica, hay una figura fundamental: el fundador del Opus Dei Josemaría Escrivá de Balaguer. Gracias a su fe, a su amor a la Iglesia y a su aliento apostólico constante, José María Báscones y yo llegamos, en julio de 1953, a este Puente de las Américas en el que ha transcurrido gran parte de nuestra vida; y siguió impulsando la labor hasta su dies natalis, el 26 de junio de 1975.

Su primer sucesor, Mons. Álvaro del Portillo, obispo-prelado del Opus Dei, continuó fidelísimamente sus pasos, impulsando las numerosas labores apostólicas que han ido surgiendo en estos países. Son como un «mar sin orillas», como nos decía el fundador del Opus Dei, que fue beatificado por Juan Pablo II el 17 de mayo de 1992.

Agradezco a todos los que han colaborado con sus sugerencias, recuerdos y testimonios, a la elaboración de este libro. Me he servido de numerosas entrevistas personales, realizadas para este fin, engarzándolas en un relato unitario. De nuevo, gracias a todos.

Y comienzo con mis recuerdos. El primero es de 1937, año en que me declaré por primera vez. Pero mejor será que lo explique con calma…


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