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Salvifici Doloris

San Juan Pablo II

I. INTRODUCCIÓN

1. ‘SUPLO en mi carne -dice el apóstol Pablo, indicando el valor salvífico del sufrimiento- lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia’ [Col 1, 24]. Estas palabras parecen encontrarse al final del largo camino por el que discurre el sufrimiento presente en la historia del hombre e iluminado por la palabra de Dios. Ellas tienen el valor casi de un descubrimiento definitivo que va acompañado de alegría; por ello el Apóstol escribe: ‘Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros’ [Ibid.]. La alegría deriva del descubrimiento del sentido del sufrimiento; tal descubrimiento, aunque participa en él de modo personalísimo Pablo de Tarso, que escribe estas palabras, es a la vez válido para los demás. El Apóstol comunica el propio descubrimiento y goza por todos aquellos a quienes puede ayudar -como le ayudó a él mismo- a penetrar en el sentido salvífico del sufrimiento.

2. El tema del sufrimiento -precisamente bajo el aspecto de este sentido salvífico- parece estar profundamente inserto en el contexto del Año de la Redención como Jubileo extraordinario de la Iglesia; también esta circunstancia depone directamente en favor de la atención que debe prestarse a ello precisamente durante este período. Con independencia de este hecho, es un tema universal que acompaña al hombre a lo largo y ancho de la geografía. En cierto sentido coexiste con él en el mundo y por ello hay que volver sobre él constantemente. Aunque san Pablo ha escrito en la carta a los Romanos que ‘la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto’ [Rom 8, 22]; aunque el hombre conoce bien y tiene presentes los sufrimientos del mundo animal, sin embargo, lo que expresamos con la palabra ‘sufrimiento’ parece ser particularmente esencial a la naturaleza del hombre. Ello es tan profundo como el hombre, precisamente porque manifiesta a su manera la profundidad propia del hombre y de algún modo la supera. El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es uno de esos puntos en los que el hombre está en cierto sentido ‘destinado’ a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo.

3. Si el tema del sufrimiento debe ser afrontado de manera particular en el contexto del Año de la Redención, esto sucede ante todo porque la redención se ha realizado mediante la cruz de Cristo, o sea mediante su sufrimiento. Y al mismo tiempo, en el Año de la Redención pensamos de nuevo en la verdad expresada en la Encíclica Redemptor hominis: en Cristo ‘cada hombre se convierte en camino de la Iglesia’ [Cfr. nn. 14, 18, 21, 22]. Se puede decir que el hombre se convierte de modo particular en camino de la Iglesia cuando en su vida entra el sufrimiento. Esto sucede, como es sabido, en diversos momentos de la vida; se realiza de maneras diferentes; asume dimensiones diversas; sin embargo, de una forma o de otra, el sufrimiento parece ser, y lo es, casi inseparable de la existencia terrena del hombre.


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