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Himnos de Navidad y Epifanía: A cargo de Efrem Yildiz Sadak

San Efrén de Nísibis

INTRODUCCIÓN

Breve descripción biográfica de san Efrén

San Efrén, nacido alrededor del año 306 y muerto en el 373, es para la Iglesia de Oriente una de las figuras más influyentes de la historia eclesial. De hecho, si alguien quiere acercarse a la tradición de la Iglesia oriental de lengua aramea no puede prescindir de las obras de este gran autor: poeta, exegeta y, sobre todo, místico.

Su ciudad natal, Nísibis, situada en la Alta Mesopotamia, se convirtió en el centro de formación más relevante entre los siglos V y VII. Allí se encontraba una de las universidades más importantes en la que se formaron gran cantidad de figuras y eruditos de lengua aramea para gloria de la Iglesia de Oriente, la cual se separó posteriormente a causa de las disputas cristológicas, dando lugar a dos grandes bloques: los difisitas, que fueron llamados de forma impropia «nestorianos», y los monofisitas, denominados «jacobitas».

El desconocimiento que el mundo occidental ha tenido de san Efrén puede explicarse en gran medida por la situación geográfica, histórica y política de los dos grandes poderes de la época: los imperios romano y persa, pues la zona del nacimiento de san Efrén se convirtió en un lugar fronterizo, cuya vigilancia dificultaba el paso de información y el intercambio de noticias entre ambos territorios. Tal vez sea esta la razón principal que obstaculizó la divulgación en el mundo occidental de las obras tanto de san Efrén como de muchos otros autores de lengua aramea. Sin embargo se divulgaron rápidamente en la zona oriental, donde predominaba la cultura bizantina.

A pesar de que en el siglo XX algunos autores modernos han intentado recuperar la enorme riqueza de la tradición eclesial de lengua aramea, aún queda mucho por hacer. Entre estos autores, y en relación a las obras de san Efrén, es necesario recordar al gran estudioso alemán Edmund Beck, que ha publicado varios volúmenes en la colección Corpus Scriptorum Christianorum Orientalium (CSCO), principalmente la edición y traducción al alemán de los Himnos.

Esta es una edición crítica que sigue siendo aún referencia para los estudiosos de hoy y cuya divulgación abrió el camino a otros estudios que nos han proporcionado mucha información sobre este genio de la producción literaria del arameo tardío, permitiéndonos dibujar asimismo una imagen mucho más real de san Efrén de la que teníamos hasta la primera mitad del siglo XX.

Las investigaciones y publicaciones de la última década del siglo pasado sobre san Efrén han permitido ir más allá de lo que la tradición bizantina proporcionaba sobre la figura y obra de nuestro poeta. Se podría decir que en ocasiones se ha exagerado mucho sobre el papel que san Efrén desempeñó en el norte de Mesopotamia. Él era una persona sencilla, al servicio de la comunidad cristiana como diácono. Al idealizarlo como asceta, vinculado a la vida monástica y considerado como monje, se ha desvirtuado su imagen real.

Es cierto que era una persona con talentos extraordinarios, tanto intelectuales como humanos. En ellos se percibe la sorprendente riqueza de nuestro autor que, además de ser uno de los grandes intelectuales de su tiempo, era también un ser maravilloso en su relación con los demás. Con gran probabilidad vivió en la comunidad eclesial sirviendo a la diócesis dirigida por el obispo local en un momento de muchas turbulencias a todos los niveles, tanto políticas como doctrinales.
Las noticias más antiguas sobre la figura de san Efrén nos llegan pocas décadas después de su muerte. Teodoreto de Ciro lo describe en una de sus cartas refiriéndose a él como «cítara del Espíritu Santo». Sin embargo, no hace alusión alguna a su actividad monástica.

Paladio, en su Historia Lausiaca, en torno al año 420, dedica un espacio considerable a la figura de san Efrén llamándolo «el diácono de Edesa». Y escribe sobre él: «Hizo el camino del Espíritu de un modo justo y digno, no desviándose nunca del camino recto, y fue considerado digno del don del conocimiento natural. El conocimiento de Dios le siguió y, finalmente, la bienaventuranza. Practicó siempre la vida de quietud y, por muchos años, edificó a aquellos con quienes se encontró…». Evidentemente la información proporcionada por Paladio es escasa, ya que termina diciendo que «dejó también algunos escritos, la mayoría de los cuales son dignos de atención». Esto nos permite suponer que el autor de la Historia Lausiaca poseía muy escasa información sobre el gran maestro de Edesa y oriundo de Nísibis.

También Sozomeno, en su Historia eclesiástica, nos ilustra su figura con algunas pinceladas, describiéndolo como «ornamento más grande de la Iglesia católica», y aquel que «dedicó su vida a la filosofía monástica… Aunque no había recibido instrucción, contrariamente a lo que se podría esperar, fue tan proficiente en la sabiduría y en el lenguaje de los sirios que comprendía con facilidad los más impenetrables teoremas de la filosofía. Su estilo de escritura estaba tan lleno de espléndida oratoria, de riqueza y de moderación en el pensamiento, que superaba a los más reconocidos escritores de Grecia».


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