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El Viejo Trueno: Biografía de Hilaire Belloc

Joseph Pearce

AGRADECIMIENTOS

Durante mi trabajo en este libro, para mí ha sido una bendición la ayuda y colaboración de varios de los descendientes de Belloc. He pasado muchas horas encantadoras en compañía de su nieta, la hermana Emmanuel Mary, nacida Marianne Jebb, en la idílica tranquilidad del convento de Canónigas de San Agustín, la orden en la que entró en 1945. También disfruté de la oportunidad de visitar a Dom Philip Jebb, nieto de Belloc, en Downside Abbey, y a Zita Caldecott, otra de sus nietas, en su apartamento de Londres, a la sombra de la catedral de Westminster. El Conde de Iddesleigh y Edward Northcote, nietos de Marie Belloc Lowndes, me ofrecieron su tiempo y sus recuerdos. Barbara Wall y Bob Copper también tuvieron la amabilidad de compartir conmigo lo que recordaban. Chloë Blackburn, hija del artista Sir James Gunn, me transmitió sus reminiscencias sobre la amistad de su padre con Belloc y Chesterton. Quiero agradecer especialmente a Zita Caldecott, Chloë Blackburn y Miranda Mackintosh el préstamo de muchas cartas escritas por Belloc o dirigidas al mismo, ya que citar esas cartas ha enriquecido considerablemente el libro.

Además de la información crucial ofrecida por las personas mencionadas, mi trabajo se ha beneficiado mucho de la ayuda de los estudiosos y seguidores de Belloc que contribuyeron a mi investigación. Kim Leslie, encargada jefe de la oficina de los Archivos de West Sussex en Chichester, se mostró completamente desinteresada al poner a mi disposición multitud de cartas inéditas y lo mismo hicieron Grahame y Gill Clough, del Centro de Estudios sobre Hilaire Belloc en Sussex. Mike Hennessy me permitió acceder a los datos de su amplia investigación sobre la carrera parlamentaria de Belloc y agradezco a William Griffiths y a Alan Davidson sus conocimientos y su apoyo. Gerard Tracey, archivero del Oratorio de Birmingham, me proporcionó con gran diligencia su ayuda para averiguar los detalles desconocidos de los días de Belloc en el colegio del Oratorio.

Allende los mares, he podido beneficiarme de los frutos del trabajo diligente de varios estudiosos norteamericanos. Dale Ahlquist pasó varios días escarbando en las Colecciones Especiales de la Biblioteca O’Shaugnessy-Frey, en la Universidad de Santo Tomás, en Saint Paul, Minnesota, con la asistencia de Jim Kellen, la bibliotecaria responsable de las Colecciones Especiales. Nicholas Scheetz, la bibliotecaria encargada de manuscritos de la Biblioteca Universitaria de Georgetown, empleó generosamente su tiempo y su paciencia en guiarme por el material relativo a Belloc conservado en Georgetown. Marty Barringer, bibliotecario adjunto de la Universidad de Georgetown y responsable de los Archivos y Colecciones Especiales, también me ayudó mucho, al igual que mi amigo y colega en la revista Saint Austin Review, el padre James V. Schall.

La mayor colección de materiales relativos a Belloc se encuentra en Boston College y debo agradecer la valiosa ayuda de varias personas, Robert K. O’Neill, el P. Frank Vye, John Atteberry y, especialmente, Peter Kreeft, que contribuyeron a poner los materiales de Boston College a mi disposición.

También prestaron su asistencia de multitud de formas el P. Fessio, de Ignatius Press, y Amy Boucher-Pye, de Harper Collins. Asimismo y en penúltimo lugar, debo ciertamente agradecer a mi esposa, Susannah, lo mucho que me ha ayudado a lo largo de los meses de preparación de esta tarea tan dichosa. Finalmente, termino con una confesión de todos los pecados de omisión que, sin duda, he cometido al no mencionar a otras muchas personas que me ayudaron a escribir este libro. A esos héroes y heroínas anónimos les ofrezco mi más sincera gratitud y mis sinceras disculpas por no haberlos mencionado individualmente.


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