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Desde el fin de la primera pascua hasta la prisión de Juan Bautista Tomo V

Anna Catalina Emmerick

Tomo V

La carta del rey Abgaro

Desde Betania, donde Jesús estuvo algún tiempo como oculto, se dirigió al bautisterio, cerca de Ono. Los arreglos que allí se habían hecho los custodiaba un encargado. Al saber que Jesús iba allá se reunieron los discípulos y mucha gente de los alrededores. Mientras Jesús estaba hablando a la turba, que escuchaba en rueda, parte de pie y parte sentados sobre bancos de madera, se acercó un extranjero con seis acompañantes, montados sobre mulos, y llegando a cierta distancia del sitio donde hablaba Jesús, se detuvo, y levantó una tienda. Era un enviado del rey de Edesa, Abgaro, que estaba enfermo. El mensajero le traía regalos y una carta, rogándole fuese allá, para darle la salud. El rey Abgaro tenía un tumor en los pies y caminaba rengueando. Algunos viajeros le habían hablado de Jesús, de sus milagros, del testimonio de Juan y del enojo de los fariseos en la última Pascua, y todo esto lo había llenado de deseos de verlo en su propio país y obtener de Él su curación.

El joven mensajero del rey sabía pintar y tenía la orden, si Jesús no podía o no quería acudir, de llevarle por lo menos su rostro en una pintura. He visto que este hombre se esforzaba por acercarse a Jesús y no lo podía conseguir: buscaba ya de un lado, ya de otro de introducirse entre la multitud para escuchar la enseñanza de Jesús y al mismo tiempo pintar su fisonomía. Entonces Jesús mandó a uno de los discípulos que trajese a ese hombre y le diese…


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