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Contra la mentira

San Agustín

Presentación del tema

Muchas cosas me enviaste para leer, Consencio, hermano carísimo, demasiadas cosas. Mientras me preparaba para contestarlas, distraído como ando con otras mil ocupaciones, se me ha pasado el año. Ahora me veo en el aprieto de contestarlas como sea, y así, dado que ha llegado el tiempo propicio para navegar, no detengo por más tiempo al portador de ésta que quiere hacerse a la vela.

  Así pues, leí inmediatamente todo lo que me enviaste por el buen siervo de Dios, Leonas, y, después, lo he vuelto a repensar y, ahora, al dictar la respuesta lo he ido meditando aún más cuidadosamente. Estoy encantado con tu elocuencia, con tu gran conocimiento de las santas Escrituras, y tu agudeza de ingenio, el dolor con que censuras a los católicos negligentes y el celo con que te irritas contra los herejes ocultos.

  Pero lo que no me convence es que hayamos de sacarlos de sus escondrijos por medio de nuestras mentiras. ¿Para qué hemos de poner tanto esfuerzo en descubrirlos y buscarlos si no es para que, una vez puestos al descubierto, podamos también enseñarles la verdad, o al menos convencerlos de su error y, así, impidamos que puedan dañar a otros? Esta es, precisamente, nuestra empresa: que su mentira sea destruida, o que nadie caiga en ella, y triunfe la verdad divina. Ahora bien, ¿cómo podré corregir adecuadamente la mentira con mentiras? ¿O acaso podemos perseguir los robos con otros robos, los sacrilegios con otros sacrilegios o los adulterios con nuevos adulterios? ¿O es que también nosotros vamos a decir: Si la verdad de Dios gana terreno con mi mentira, hagamos el mal para que resulte el bien? 1 Ya sabes cómo detesta esas palabras el Apóstol.


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