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15 días con Romano Guardini

Alfonso López Quintás

GUARDINI realizó sus estudios primarios, secundarios y superiores en centros escolares de Maguncia (1891-1915). Para poder desarrollar su actividad profesional en Alemania, hubo de adquirir la nacionalidad alemana, a pesar de su profunda vinculación a la cultura italiana de su familia. Esta tensión pudo superarla merced a la admiración que sentía por la más alta cultura «europea».

Por influencia del pensamiento kantiano y del ambiente sociocultural de Múnich, en el verano de 1905 el joven Guardini se sintió un tanto alejado de la fe cristiana, pero no rompió los lazos con la Iglesia. Hacia el otoño vivió una experiencia de iluminación interior al meditar hondamente la frase evangélica: «Quien quiera salvar su alma, la perderá; quien la dé, la salvará» (Mt 10, 39). Esta densa e inquietante frase fue para él, en ese momento, la verdadera llave de acceso a la fe, sin duda por adivinar que en ella alienta una energía y una riqueza insospechadas. Ya por entonces mostraba una especial sensibilidad para captar la energía interior que generan ciertos conceptos contrastados. El trato con su buen amigo Karl Neundorfer le ayudó a ver con claridad que «la mayor posibilidad de verdad está precisamente donde se halla la mayor posibilidad de amor». Tal convicción lo llevó a adentrarse con espíritu de sencillez espiritual en el ámbito de la Iglesia, en el que se halla el camino para obtener el amor.

Esta experiencia espiritual se incrementó en el trato con W. Schleussner y su esposa Josefine, dos verdaderos testigos de la fe que conocían y practicaban la vida mística. Guardini se sintió llamado al sacerdocio. Pero, tras una infancia y una adolescencia de vida retraída, sentía angustia ante la idea de asumir las exigencias del estado sacerdotal. Un buen día, después de rezar el rosario, se sintió liberado de dicha opresión e ingresó en el seminario de Maguncia (1908).

Pronto intuyó que su misión consistía en configurar un nuevo método evangelizador. Comenzó a ensayarlo en su actividad como director de la asociación universitaria «Juventus» (Maguncia, 1915). Tal ensayo provocó la desconfianza de alguna autoridad eclesiástica y la pérdida de su destino de profesor del seminario sacerdotal. En 1916 entra en contacto con la abadía benedictina de María Laach, y en 1918 escribe El espíritu de la liturgia, que lo consagra como un escritor católico abierto y penetrante. Pero, al año siguiente, publica el Via crucis y pierde el favor de ciertos liturgistas, a quienes desagrada que ponga casi en pie de igualdad la oración litúrgica y las devociones populares. Guardini en- trevió desde joven que las diversas formas de oración se complementan, pues disponen el espíritu, desde perspectivas distintas, para «ir a Dios con toda el alma».


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