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Rezar con Alvaro del Portillo

Opus Dei

Todos llamados a ser santos

Vocación a la santidad

El Señor quiere, para la generalidad de los hombres, que cada uno, en las circunstancias concretas de su propia condición en el mundo, procure ser santo: haec est enim voluntas Dei, santificatio vestra (1 Ts 4, 3); ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación. La llamada de Dios no ha de ser necesariamente un requerimiento para apartarse del mundo —no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal (Jn 17, 13)—; para abandonar aquellas realidades temporales en las que una determinada criatura se encuentra inmersa. Esa llamada reclama, eso sí, estar presente de un modo nuevo, porque con esa luz de Dios las distintas ocupaciones temporales se convierten para el cristiano en medio de santificación y de apostolado.

Una vida para Dios 46-47 (Discurso 12-VI-1976)

1.2. El Señor nos ha dado esa maravillosa posibilidad, al bendecirnos en Cristo con toda bendición espiritual en los Cielos, pues en Él nos eligió antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha en su presencia (Ef 1, 3-4).

Dios nos ha llamado a cada uno de nosotros, no de cualquier manera, sino de modo personal, por nuestros nombres. Tú mismo lo has dicho, Señor: vocavi te nomine tuo: meus es tu! (Is 43, 1), nos has llamado con todo cariño, como Padre y como Señor. Como Padre, utilizando —¡cuánto le gustaba saborearlo a nuestro amadísimo fundador! [san Josemaría]— el apelativo familiar, como hace un padre cuando se dirige a su hijo pequeño; como Señor, diciéndonos con imperio: meus es tu! Y nosotros te hemos respondido: ecce ego quia vocasti me! (Is 43, 1), aquí nos tienes, porque nos has llamado.


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