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Peregrinar por fuera y por dentro

José María Rodríguez Olaizola, SJ

El camino interior

Tienes entre tus manos una propuesta para acompañarte en el camino que quizás estás comenzando. Es un itinerario, y al tiempo son muchos, como muchos son los caminos posibles de quien peregrina a Santiago (o a tantos otros lugares). Una propuesta para que tú la adaptes y la hagas tuya.

Puede ser que vayas a caminar cinco, diez, treinta o más días… Por eso lo que te ofrecemos son posibilidades, como una guía con herramientas para que puedas ir poniendo nombre a algunas de las reflexiones e intuiciones que a menudo sorprenden al peregrino.

¿Por qué haces el camino? Hay tantas razones como personas. Puede ser por motivos religiosos, culturales, deportivos… puede ser un proyecto personal que llevas largo tiempo acariciando, el resultado de una promesa, o una opción inesperada –alguien te ofreció acompañarle. Puede ser que tengas todo preparadísimo, te has pertrechado en alguna tienda muy sofisticada de todo lo necesario para condiciones climatológicas extremas, o al contrario, harás la mochila en el último instante y con cierto punto de improvisación. Puede que hayas leído cuarenta guías para tenerlo todo bien atado, o te fíes de dos intuiciones ¿Vas solo o con amigos? ¿En familia? ¿Con tu pareja? ¿Caminas? ¿Vas en bici? ¿A caballo? ¿Llevas todo a cuestas? ¿Alguien os acompaña con un coche de apoyo? ¿Qué ruta vas a hacer? ¿El camino francés, punto de encuentro de tantas gentes y culturas? ¿El primitivo, atravesando las montañas entre paisajes fascinantes? ¿El camino mozárabe? ¿El portugués? ¿La ruta del Norte? ¿Por cuánto tiempo estarás caminando? ¿Diez días? ¿Cinco semanas? ¿Dos meses? Las posibilidades son innumerables. (Y todo esto hablando del Camino a Santiago). Quizá tu ruta vaya a ser otra: a Roma, a Jerusalén, a Javier, a Aravaca, a Covadonga…, a tantos lugares que son punto de llegada para peregrinos sedientos de camino, experiencia, naturaleza y encuentro.

Hay muchas formas de lanzarse al camino. Lo que es común a todas ellas es que, a la vez que uno avanza por lugares externos, también va haciendo un itinerario interior. El esfuerzo, el cansancio, el encuentro, la risa, el llanto, la reflexión, el silencio de largas horas de marcha… todo ello favorece el que uno piense en su vida y en otras vidas. Si eres un poco inquieto, el camino te invita a revisar tus prioridades, a pensar en qué es lo importante de tu vida, y a conocerte un poco más a ti mismo, a los otros y –desde la fe– al Dios que muchas veces late detrás de nuestras búsquedas. Incluso aunque no cuentes con ello, aunque te plantees que únicamente vas a probarte físicamente, la realidad es que es muy humano el volverse hacia dentro y tratar de entender. Quizás porque la vida no nos ofrece demasiados espacios para frenar y profundizar en sus múltiples posibilidades. Por eso cuando estamos en camino la oportunidad se vuelve pregunta, la pregunta se vuelve búsqueda, y así uno se zambulle en un camino que le lleva a recorrer, por dentro, parajes que quizás nunca había transitado.


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