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Nada te turbe, Nada te espante

Antonio Royo Marín, O.P.

AL LECTOR

Santa Teresa de Jesús nació en Ávila en la madrugada del miércoles día 28 de marzo de 1515, y murió santísimamente a las nueve de la noche del jueves 4 de octubre de 1582 en el monasterio de las carmelitas descalzas de Alba de Tormes fundado por ella misma. Tenía, pues, al morir algo más de 67 años y medio.

Al cumplirse el cuarto centenario de su preciosa muerte hemos querido contribuir con nuestra modesta aportación al homenaje de admiración y de cariño que se tributa en toda la cristiandad a la genial reformadora del Carmelo. España, la nación gloriosa que la vio nacer, ha ido a la cabeza en la organización y desarrollo de ese homenaje, que revestirá múltiples facetas y alcanzará su momento culminante con la presencia personal en los lugares teresianos del S.S. el Papa Juan Pablo II, gran enamorado de la monja andariega de Castilla.

Puestos a materializar en concreto nuestro homenaje, nos ha parecido que sería de gran utilidad para muchas almas un comentario jugoso y pormenorizado de la famosa letrilla Nada te turbe, nada te espante… compuesta por la misma Santa y ala que apreciaba mucho hasta el punto de llevarla como registro en su propio breviario para tenerla siempre ante sus ojos.

Una experiencia cuatro veces secular ha puesto de manifiesto en multitud de ocasiones la extraordinaria eficacia de la famosa letrilla para devolver la paz y serenidad de espíritu a las almas atormentadas por el dolor, las enfermedades, la muerte de los seres queridos, la ingratitud de los hombres y tantas otras calamidades y tribulaciones como jalonan inevitablemente la vida del hombre sobre la tierra. El recuerdo de que «todo se pasa», que «Dios no se muda», que «la paciencia todo lo alcanza», que «quien a Dios tiene nada le falta» porque «solo Dios basta», tiene tanta fuerza y es de tan soberana eficacia para consolar a cualquier alma atribulada que, como diría la propia Santa, «sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que de ello le vendrá».

Una vez más ponemos estas pobres páginas a los pies de la Santísima Virgen María, Reina de la paz y Consoladora de los afligidos, para que las bendiga y haga fructificar para mayor gloria de Dios y aumento de la devoción a la gran santa de Ávila.


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