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Meditemos en los salmos

P. Hugo Estrada

Salmo 1

Dos caminos

Todos buscamos afanosamente ser felices. Buscamos la felicidad en todos los caminos de la vida. Por todas partes se nos dice que allí está la felicidad; pero, cuando nos acercamos para vivirla, nos damos cuenta de que no era el camino adecuado. El mundo nos asegura que con dinero, placer, fama, poder se llega a ser felices. Muchos ya tienen todo lo que el mundo les ofrece y son los más infelices entre los seres humanos. Es difícil encontrar personas que afirmen sin titubeos que son felices.

El Salmo 1 de la Biblia comienza indicando cuál es el camino de la felicidad, en cuanto ésta pueda ser experimentada aquí en la tierra. El Salmo 1 inicia afirmando: “Bienaventurado el que…”. Otras traducciones apuntan: “Feliz”, “dichoso”. Lo cierto es que el Salmo 1 afirma que ya es dichoso el que va por el camino que Dios revela, que no es un camino puramente humano, sino divino: revelado por Dios en su santa Palabra.

Toda la Biblia es el camino de Dios para ser “bienaventurado”, “dichoso”, “feliz”. Jesús, al iniciar su predicación, comenzó prometiendo felicidad a los que se atrevieran a enfilar por el camino que Él indicaba. En el sermón de la montaña, Jesús comienza afirmando: “Bienaventurados los que…” (Mt 5, 3). Jesús aseguraba que los que se atrevieran a ir por el camino de las bienaventuranzas, que Él proponía, comenzarían a ser dichosos aquí en la tierra. El Señor a nadie le prometió eximirlo del sufrimiento, de la cruz; lo que sí prometió fue “bienaventuranza”, bendición, gozo espiritual, realización personal para los que aceptaran el camino del Evangelio. En el sermón de la montaña, Jesús concluye afirmando que si construimos nuestra vida sobre los criterios del mundo, es como si hubiéramos construido nuestra casa sobre arena: se va a derrumbar al primer temblor. Si edificamos nuestra vida sobre la base de su Palabra, nuestra casa no será arrastrada por ninguna correntada ni por los ciclones y huracanes (Mt 7, 24-29).

A Adán y Eva, Dios les señaló que había dos caminos: el suyo, el de la bendición, y el del pecado, es de la muerte. Era como si les dijera: “Hijos queridos, si van por mi camino encontrarán bendición, porque allí estoy yo. Si van por la senda del pecado, allí sólo encontrarán maldición, porque allí no estoy yo: allí dominan las fuerzas del mal”. Parece increíble, pero Adán y Eva, fascinados por el “Padre de la mentira”, prefirieron el camino del diablo y no el de Dios.

De eso trata el Salmo 1 de la Biblia: los dos caminos, que se abren ante nosotros en nuestro peregrinaje hacia la eternidad: el camino de Dios y el camino del diablo; el camino de los buenos y el camino de los malvados. Este salmo nos obliga a preguntarnos seriamente por cuál de los dos caminos vamos en este instante de nuestra vida.


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