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La transparencia del barro

Benjamín González Buelta, S.J.

Preguntas de caminante

En el centro del mensaje de Jesús está la llegada del Reino de Dios (Me 1,15). Pero ¿por dónde llegó? ¿De qué manera? Jesús empieza un camino nuevo, y nos invita a seguirle.

¿Por dónde pasa «hoy» este camino? Es necesario descubrir hoy las huellas de Dios que va delante de nosotros, marcando el futuro. Y esto no siempre es fácil. Ciertamente que en muchas ocasiones resultan torcidos y extraños los caminos de Dios para nuestra «ingeniería».

¿Cuál es «la hora», el momento, el tiempo? Nuestro calendario es a veces demasiado impaciente y superficial. Sólo pretendemos echar un asfalto ligero, sin firmeza, para poder avanzar rápidamente fascinados por el ideal que nos atrae en el horizonte. En otras ocasiones nos eternizamos en el momento presente por miedo, o porque la instalación nos ha invadido.

¿Cómo se recorren las largas jornadas, cómo se resiste? Avanzamos por senderos que en algunas ocasiones se estrechan hasta la angustia, o se oscurecen en las noches íntimas del espíritu o de la historia.

¿Cómo superar el miedo o las sospechas de sentirnos avanzar sobre una superficie movediza, amenazada, imposible según toda lógica, como Pedro caminando sobre el agua?

¿Dónde están los maestros de este camino que no aparece en los mapas y de este modo de avanzar que no se enseña ni se aprende tan fácilmente?

¿Cómo discernir este «camino estrecho» (Mt 7,14) en medio de avenidas llenas de publicidad y de luces, de eficacia y de alta velocidad?

En la remodelación urbana de Santo Domingp, los ingenieros planificaron en su despacho una avenida que pasaba por el barrio de Sabana Perdida. Para ellos bastaba con eliminar unos centenares de ranchos marginados, lanzando a la calle a sus moradores insignificantes.

Una mañana, los tractores enfilaron sus cuchillas contra los ranchos. Si las familias no salían enseguida, estaban amenazadas con quedar debajo de los escombros. Si no sacaban sus pobres pertenencias a la calle, quedarían reducidas a basura. Con el poder y la fuerza empezaron su «operación de limpieza».

Pero a la mañana siguiente todo había cambiado. Cuando un tractor se acercaba a una casa para derrumbarla, la encontraba llena de gente inmóvil ante la amenaza, y una pared de vecinos rodeaba imperturbable cada casa.


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