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Hablemos del Diablo

P. Hugo Estrada

Hablemos del Diablo

El título de mi libro, “Hablemos del diablo”, a más de alguno le puede parecer agresivo, y lo es. En estos tiempos de tanta confusión con respecto al diablo, cuando muchos intelectuales —también algunos eclesiásticos— tienen miedo de abordar este tema, los cristianos, a la luz de la Biblia y del Magisterio de nuestra Iglesia, no debemos tener miedo de hablar abiertamente del diablo, como lo hicieron Jesús, los Apóstoles y los grandes Santos de nuestra Iglesia. En mi libro no busco exponer “morbosamente”, con curiosidad malsana, el tema del diablo. Más bien pretendo abordar con sencillez este tema, con confianza plena, en la iluminación del Espíritu Santo, en la Biblia y en el Magisterio de nuestra Iglesia.

Mi objetivo en este libro es hablar abiertamente del diablo, pero no con curiosidad malsana ni con fascinación por lo misterioso. Mi intención es exponer sencillamente lo que nos enseña la Biblia, interpretada por el Magisterio de nuestra Iglesia. Lo que los Padres de la Iglesia y nuestros grandes santos nos han enseñado.

Me llaman la atención los títulos de algunos libros que se refieren al tema del diablo. El famoso teólogo René Laurentin escribió el libro titulado: “El demonio ¿símbolo o realidad?” El profesor de la Universidad de Salamanca, José Antonio Sayés, editó el libro: “El demonio ¿símbolo o realidad”. El también profesor de la Universidad salmantina, Ricardo Piñero, escribió la obra titulada: “El olvido del diablo”. H. Haag se añade a la lista con su obra: “El diablo, su existencia como problema”. Me interesan los títulos de estos libros porque o están entre signos de interrogación, o, de entrada, hablan de la duda acerca de la existencia del diablo. En resumidas cuentas, el diablo siempre es signo de contradicción. Unos, niegan su existencia. Otros, sobre todo los intelectuales, dudan de su existencia o no se atreven a hablar abiertamente de este tema. Muchos teólogos y eclesiásticos llevan bastante tiempo de no abordar este tema en la predicación.

Mientras muchos eclesiásticos callan con respecto al tema del diablo, en la sociedad, pululan los temas acerca del espíritu del mal, las misas negras, el ocultismo, las películas sobre el diablo, la música satánica. Muchos de nuestros fieles laicos están desconcertados: en el ambiente en que viven el tema del diablo se ventila con la mayor naturalidad y morbosidad. En cambio, muchos de los pastores de la Iglesia, tienen miedo de abordar abiertamente ese tema: no se sienten seguros al hablar del demonio. Temen hacer el ridículo. Tenía razón Giovanni Papini, cuando en su libro, “El diablo”, afirmaba que los teólogos “apenas cuchichean al hablar de él, como si se avergonzaran de creer en su presencia real o si tuvieran miedo de mirarlo a la cara”. Es una de nuestras tristes realidades en el campo eclesiástico.

Seguramente ha influido mucho la mala presentación que, repetidamente, se ha hecho del demonio. Se le ha descrito como un medio hombre y medio animal, con barba, con cuernos, con rabo, con tridente. Una figura así, en lugar de suscitar interés de tipo teológico y espiritual, más bien, inclina a desprestigiar un tema tan serio como es el del espíritu del mal.


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