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El verdadero poder es el servicio

SS Papa Francisco

“Conviértanse y crean en la Buena Noticia”

“Conviértanse y crean en la Buena Noticia”, eso nos dijo el sacerdote, el miércoles pasado, cuando nos impuso la ceniza.

Empezamos la Cuaresma con este mandato. Quebrantar nuestro corazón, abrirlo y que crea en el Evangelio de verdad, no en el Evangelio dibujado, no en el Evangelio light, no en el Evangelio destilado, sino en el Evangelio de verdad. Y esto, hoy a ustedes de una manera especial, se les pide como catequistas: “Conviértanse y crean en el Evangelio”.

Pero además se les da en la Iglesia una misión: hagan que otros crean en el Evangelio. Viéndolos a ustedes, viendo qué hacen, cómo se conducen, qué dicen, cómo sienten, cómo aman: que crean en el Evangelio.

El Evangelio dice que el Espíritu llevó a Jesús al desierto, y ahí convivía entre las fieras como si no pasara nada. Esto nos hace recordar lo que sucedió al principio: el primer hombre y la primera mujer vivían entre las fieras, y no pasaba nada. En aquel paraíso todo era paz, todo era alegría. Y fueron tentados, y Jesús fue tentado.

Jesús quiere reeditar, al comienzo de su vida, después de su bautismo, algo parecido a lo que fue el principio, y este gesto de Jesús de convivir en paz con toda la naturaleza, en soledad fecunda del corazón y en tentación, nos está indicando qué vino a hacer él. Vino a restaurar, vino a recrear. Nosotros, en una oración de la misa, durante el año, decimos una cosa muy linda: “Dios, que tan admirablemente creaste todas las cosas, y más admirablemente las recreaste”.

Jesús vino con esta maravilla de su vocación de obediencia a recrear, a rearmonizar las cosas, a dar armonía aún en medio de la tentación. ¿Está claro ésto? Y la Cuaresma es este camino. Todos tenemos, en Cuaresma, que hacer sitio en nuestro corazón, para que Jesús, con la fuerza de su Espíritu, el mismo que lo llevó al desierto, rearmonice nuestro corazón. Pero que lo rearmonice, no como algunos pretenden, con oraciones raras e intimismos baratos. Sino, que lo rearmonice con la misión, con el trabajo apostólico, con la oración de cada día, el trabajo, la fuerza, el testimonio. Hacer lugar a Jesús porque los tiempos se acortan, nos dice el Evangelio. Ya estamos en los últimos tiempos, desde hace 2000 años, los tiempos que instauró Jesús, los tiempos de este proceso de rearmonizar.


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