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El cuarto vidente de Fátima

José María Zavala

INTRODUCCIÓN

LAS PIEZAS SUELTAS

Fátima encierra aún hoy, más de un siglo después de las apariciones, personajes y hechos muy desconocidos, pero cuya trascendencia no debe seguir ignorándose si se pretende tener una idea cabal de lo que aconteció en aquella aldea de Portugal y, en concreto, en Cova da Iria. Y no solo sobre lo que allí sucedió, sino, de modo muy especial, en lo que respecta a las consecuencias de aquellos acontecimientos excepcionales en el presente y, sobre todo, el futuro de la Humanidad entera y de la Iglesia. Fátima es así clave en el devenir de los tiempos.

Si en El secreto mejor guardado de Fátima, convertido en el bestseller de espiritualidad del año 2017 con motivo del centenario de las apariciones marianas, abordamos el contenido y significado del celebérrimo Tercer Secreto, en esta nueva obra sacamos a relucir ahora, entre otras muchas cosas, a dos personajes cruciales, por más que resulten todavía extraños para muchos: la religiosa María da Purificagao Godinho y el canónigo Manuel Nunes Formigao. Sin ellos, la historia de Fátima permanecería incompleta. Tanto la religiosa como el sacerdote mantuvieron una relación privilegiada con los tres pastorcitos, en especial con Jacinta, cuyo centenario de su muerte celebramos, precisamente, el 20 de febrero de 2020. Ellos son las piezas sueltas que aún restan para completar el fascinante puzle de las apariciones de Fátima.

Con la madre Godinho, la pequeña vidente mantuvo estrecho contacto hasta el mismo instante de su fallecimiento, sobrevenido en el Hospital de Doña Estefanía, en Lisboa. Jacinta llamaba «madrina» a la monja, en señal de cariño, desde que esta la acogió, herida ya de muerte, en su orfanato lisboeta. Y a ella confió innumerables detalles sobre las apariciones y su protagonista, Nuestra Señora del Rosario, que ahora por fin conocerá el lector.

¡Y qué decir del padre Formigao! Su apelativo de «El cuarto vidente de Fátima» ya dice bastante. Fue el primer sacerdote que investigó las apariciones mientras estas seguían produciéndose en Cova da Iria. Interrogó a los videntes hasta la extenuación y apuntó de modo escrupuloso todo aquello que le contaron. Formigao llegó muy escéptico a Fátima para indagar sobre las apariciones por encargo de la autoridad eclesiástica, observó con detenimiento y creyó finalmente en ellas a pies juntillas.

La historia de Fátima, como la del mundo entero, se escribe con documentos. Hemos tenido acceso a legajos de suma importancia, como las actas de los interrogatorios practicados a los videntes por el padre Formigao, o una colección de cartas que hablan por sí solas al desgranar extremos insospechados de las apariciones. El Archivo del Santuario de Fátima custodia hoy un verdadero tesoro documental, complementado a la perfección con dos libros insoslayables entre la copiosa bibliografía sobre Fátima: las Memorias de la hermana Lucía y la Documentación crítica de Fátima, obra cumbre con legajos que constituyen auténticas pepitas de oro para el investigador celoso y que abarcan desde el año 1917 a 1930.

Escondido al principio bajo el seudónimo de vizconde de Montelo por deber de prudencia, cuando las apariciones no habían sido aprobadas aún por la Iglesia, el canónigo Manuel Nunes Formigao acabó convirtiéndose en su mayor apóstol y firmó así libros u opúsculos pioneros sobre lo que de verdad sucedió, a su juicio, en Cova da Iria. El lector tiene acceso ahora, por primera vez en castellano, a su segundo opúsculo titulado en portugués Os acontecimientos de Fátima y publicado con el citado sobrenombre el 13 de mayo de 1923, más de siete años antes de la aprobación oficial de las apariciones marianas.

Además de ser el primer director espiritual de Lucía, según reconocía ella misma, el padre Formigao se convirtió también en cómplice de numerosas confidencias de Jacinta. Sin ir más lejos, la niña reclamó la presencia urgente del sacerdote en su lecho de muerte para confiarle el último secreto de la Virgen de Fátima que solo él y la madre Godinho debían conocer entonces y que ahora el lector tendrá ocasión también de saber. El padre Formigao y Jacinta eran, sin duda, dos almas gemelas recompensadas con la misma Corona de la Gloria. El sacerdote fue declarado Siervo de Dios por el papa Francisco el 14 de abril de 2018, como paso previo a su beatificación.

«Hombre de Dios» ha sido la expresión utilizada por varios prelados para referirse también a él, como el patriarca de Lisboa, el arzobispo de Évora, el obispo de Braganga o el de Leiria. ¿En qué consistía la santidad para el padre Formigao? Él mismo lo explicaba con una sola frase: «Ser santo es subir por una escalera de cruces sin detenerse nunca, con una sonrisa en los labios y amor humilde en el corazón».

Jacinta, por su parte, fue canonizada junto con su hermano Francisco por el papa Francisco, coincidiendo con el primer centenario de las apariciones de Fátima. Previamente, había sido aprobado el milagro requerido por intercesión de los pastorcitos: la curación de Lucas, un niño brasileño de tan solo cinco años.

Recorramos ya, sin más preámbulos, este segundo viaje al corazón virginal de Fátima tras la fascinante aventura emprendida ya con El secreto mejor guardado de Fátima…

José María Zavala

Madrid, 13 de junio de 2019, en el 102 aniversario de la segunda aparición de la Virgen de Fátima


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