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Así se Extendió el Cristianismo

Antonio Vázquez Galiano

INTRODUCCIÓN

Treinta años no son nada. Mucho menos cuando se trata de iniciar una historia que solo encontrará su desenlace cuando el tiempo se haya sumergido en la eternidad; sin embargo, será decisivo conocer cuál es la impronta que ha dejado un puñado de hombres esparcidos por todos los senderos de la tierra hasta llegar al último confín conocido. Roturarán el camino hasta hoy.

«Los Hechos de los Apóstoles» no es una simple crónica de sucesos. Es mucho más. Sus protagonistas son testigos de la resurrección de Jesucristo. Él es el vencedor, a pesar de su Pasión y Muerte. El sufrimiento ya no tendrá la última palabra, el mal ha sido definitivamente cancelado. Es un triunfo que da sentido a toda la historia humana.

El argumento central del libro presenta a unos pocos hombres —algunos de ellos quizá bastante toscos— que dan testimonio de la Verdad con una fe firme y maciza. Una fe que, por abominar de la oscuridad, no teme el debate público de sus principios y convicciones. Lo harán en plena calle con sencilla naturalidad.

Muchos pasajes transmiten el trepidar de una novela de aventuras pero, por encima de nubarrones pasajeros, cualquier escena traspira alegría. Es, ni más ni menos, la alegría del Espíritu Santo, al que se menciona 57 veces en el texto. No es extraño que se haya calificado este libro como «el Evangelio del Espíritu Santo».

El autor de la narración es Lucas, el mismo del tercer evangelio. Viene de lejos, procede de la gentilidad, no del judaísmo. Originario de Antioquía de Siria, es un hombre culto, al que San Pablo —con quien tantas andanzas compartió— se referirá llamándole «mi querido médico». Convertido muy pronto al cristianismo, no conoció personalmente a Jesucristo, y ese vacío le inquietó el alma de tal manera que se trasladó a la tierra de Jesús para estar cerca de los Apóstoles y conocer su vida.

Quiere saberlo todo y todo le parece poco. A medida que Jesús cala en su mente y su corazón, su aguda inteligencia descubre un panorama inmenso que necesita comunicar. Tiene que darlo a conocer. ¿Cómo se lo va a guardar por simple afán de erudición?

En definitiva, Lucas es un hombre «elegido» que, dócil a la llamada del Espíritu Santo, se ha convertido en herramienta eficaz para que Dios utilice su singularidad de hombre culto y bien dotado, para dirigirse muy especialmente a los gentiles.

Aunque se le haya calificado como «historiador», él se sabe un escritor religioso, un propagador, un apóstol que quiere difundir en todos los ambientes las maravillas que está haciendo Dios con los hombres en aquella hora.

Aunque está más cultivado que el resto de los apóstoles y maneja el griego con mayor pulcritud gramatical que ellos, no hay en sus escritos un afán de desarrollo teológico. Inevitablemente aparece la doctrina unida a los acontecimientos, pero está convencido de la fuerza arrolladora de los hechos y quiere darlos a conocer.

«Los Hechos de los Apóstoles» recogen narraciones breves, resúmenes de discursos, notas y diarios de viajes. Primero su relato girará alrededor de San Pedro y el escenario será Jerusalén; más tarde será San Pablo y la ciudad de Antioquía los que ocuparán un plano destacado; pero la cabeza ordenada de Lucas jamás olvidará Jerusalén como punto de referencia.

Para facilitar la lectura, solo aparecerán en cursiva las palabras de la Sagrada Escritura, sin referencia alguna si se trata de los «Hechos de los Apóstoles». En el resto de los casos aparecerá una escueta nota de pie de página.


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